El problema
de la desigualdad en el reparto de la riqueza no sería tan problemático si los
instigadores de la envidia dejaran de sabotear la convivencia pacífica de los
ciudadanos.
Ahora que los problemas
sanitarios están relativamente más controlados que hace un siglo, la
desigualdad socioeconómica es uno de los principales problemas de la humanidad.
Lo que es un problema genuino
es la indigencia, es decir, ese estado de pobreza extrema en el que los
individuos no tienen suficiente cantidad de alimento, abrigo y resguardo
habitacional como para sobrevivir.
La calidad de vida de quienes
no son indigentes, es decir, la calidad de vida de los pobres es un problema
magnificado, en gran medida, por la envidia.
Provocar ese malestar es una
forma de ganar aplausos, pues quienes señalan con tono moralista que nadie
puede soportar responsablemente que algunos sean propietarios de la mitad del
planeta mientras que otros ni siquiera tienen casa propia, es un gesto mal
intencionado.
Pretenden aliarse verbalmente
con los más necesitados (no indigentes) para enemistarlos contra otros. Son
insidiosos.
No está mal informar lo que
haya para informar. Por ejemplo: «Señor A, le dejamos saber que el señor B
tiene mil veces más comodidades en su casa que usted».
Si el señor A no se siente interesado por el dato, está bien; si el
señor A reflexiona y se interroga sobre por qué un semejante tiene tantas comodidades,
quizá se dedique buscar formas legítimas de igualarlo.
Lo que es traicionero es agregarle a esa información un conjunto de
comparaciones que seguramente estimularán la envidia del señor A contra el
señor B, con lo cual el comunicador se convierte en un instigador, en alguien
que hace apología del vandalismo, en un terrorista que busca enemistarnos a
unos contra otros.
Este informante, saboteador de la convivencia pacífica, no tiene ninguna
buena intención que merezca dejarlo actuar en su actitud conspiradora. Solo
quiere ganarse el favor de los pobres que puedan padecer la envidia agresiva
que él intenta estimular, para sacar alguna ganancia de los pobres o para
recibir algún beneficio de los ricos que recurran a un soborno para suavizarle
tanta agresividad.
(Este es el Artículo Nº 2.178)
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