lunes, 14 de abril de 2014

La envidia como factor económico


El problema de la desigualdad en el reparto de la riqueza no sería tan problemático si los instigadores de la envidia dejaran de sabotear la convivencia pacífica de los ciudadanos.

Ahora que los problemas sanitarios están relativamente más controlados que hace un siglo, la desigualdad socioeconómica es uno de los principales problemas de la humanidad.

Lo que es un problema genuino es la indigencia, es decir, ese estado de pobreza extrema en el que los individuos no tienen suficiente cantidad de alimento, abrigo y resguardo habitacional como para sobrevivir.

La calidad de vida de quienes no son indigentes, es decir, la calidad de vida de los pobres es un problema magnificado, en gran medida, por la envidia.

Provocar ese malestar es una forma de ganar aplausos, pues quienes señalan con tono moralista que nadie puede soportar responsablemente que algunos sean propietarios de la mitad del planeta mientras que otros ni siquiera tienen casa propia, es un gesto mal intencionado.

Pretenden aliarse verbalmente con los más necesitados (no indigentes) para enemistarlos contra otros. Son insidiosos.

No está mal informar lo que haya para informar. Por ejemplo: «Señor A, le dejamos saber que el señor B tiene mil veces más comodidades en su casa que usted».

Si el señor A no se siente interesado por el dato, está bien; si el señor A reflexiona y se interroga sobre por qué un semejante tiene tantas comodidades, quizá se dedique buscar formas legítimas de igualarlo.

Lo que es traicionero es agregarle a esa información un conjunto de comparaciones que seguramente estimularán la envidia del señor A contra el señor B, con lo cual el comunicador se convierte en un instigador, en alguien que hace apología del vandalismo, en un terrorista que busca enemistarnos a unos contra otros.

Este informante, saboteador de la convivencia pacífica, no tiene ninguna buena intención que merezca dejarlo actuar en su actitud conspiradora. Solo quiere ganarse el favor de los pobres que puedan padecer la envidia agresiva que él intenta estimular, para sacar alguna ganancia de los pobres o para recibir algún beneficio de los ricos que recurran a un soborno para suavizarle tanta agresividad.

(Este es el Artículo Nº 2.178)


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