En el
antiguo trueque, en las actuales ventas y búsquedas de empleo, hay datos que
deben responder fielmente a la verdad y otros que, si bien enriquecen la
propuesta de lo que tenemos para ofrecer, no necesariamente necesitan tener
tanta veracidad como los datos, aunque obligatoriamente deben ser verosímiles.
Seguramente
esto que les voy a decir ya fue dicho en algunos de los miles de libros que se
han escrito sobre cómo vender nuestra trabajo.
Si
bien nunca escribo algo que ya haya sido dicho por otros, en este caso confieso
que no sé si mi aporte será original o no porque, como dije, son varios miles
los libros que se han escrito sobre el tema.
Una
primera cosa a tener en cuenta es que para que alguien no contrate tenemos que
ofrecerle algo que necesita igual o más que el dinero que habrá de pagarnos.
Nunca menos.
Lo
digo de otra forma: un empleado es alguien que permuta un servicio por dinero.
No es otra cosa que una permuta tradicional, como quien canjea una cabra por un
par de zapatos. Este animal y este calzado son necesarios para quienes aun no
los tienen y si la cabra vale tanto como los zapatos, entonces es casi seguro
que serán objeto de permuta.
Siguiendo
esta línea, el trabajo ofrecido debe ser necesario para el empleador y el valor
de ese trabajo debe ser el adecuado. Más concretamente: si en la permuta la
cabra vale lo mismo que los zapatos, el trabajo vale lo mismo que el salario
pactado.
Cuando
los participantes del trueque se encuentran en el mercado, ambos tratan de
realzar el valor de lo que entregan y de quitar valor a lo que reciben. El
dueño de la cabra hablará de la salud, de la cantidad de leche que produce por
día, de la fortaleza corporal para tener muchos cabritos y, simultáneamente, no
se mostrará muy entusiasmado por tener los zapatos, aunque interiormente arda de
deseos de tenerlos.
Por
su parte, el dueño de los zapatos mirará a la cabra con desprecio, envolverá
sus zapatos en celofán, con una moña de raso vistosa y los abrazará para
demostrar que será muy difícil que él se desprenda de tan valioso calzado.
Como
se ve, todo un teatro en el que ambos saben que están exagerando y, por lo
tanto, ambos saben que se están mintiendo, pero ninguno se enoja porque esas
son las reglas de juego.
Pues
bien, son esas mentiras que no provocan enojo las que nunca deben faltar en la
oferta de nuestro trabajo y en la negociación de nuestro salario.
(Este es el Artículo Nº 2.179)
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