Si con una
reinterpretación de quiénes y cómo somos los ciudadanos comunes lográramos
entender que los delincuentes no necesariamente habrán de reincidir en sus
delitos, estos comenzarían a modificar su conducta delictiva.
En otro artículo de reciente publicación (1), les
comento que los delitos contra la propiedad (robo) tienen milenios de
existencia porque, entre otras causas, somos incoherentes.
La incoherencia surge, según esta hipótesis, en que no
admitimos que todos somos irrespetuosos de la propiedad ajena (es decir, somos
ladrones por naturaleza), pero que aparentamos ser honrados por temor a los
castigos que la ley impone para este tipo de actos. En otras palabras: somos
ladrones y a la vez cobardes, temerosos de ser castigados.
No podemos admitir estos hechos porque nos parece
incoherente que la mayoría seamos ladrones y cobardes. La hipótesis incluye
pensar que, si pudiéramos asumir estas dos particularidades tan vergonzosas,
seguramente nuestra relación con los ladrones pero valientes (es decir, los
ladrones activos), sería diferente.
En el presente artículo les comento algo más.
También podríamos admitir que es muy poco probable que
un ser humano defraude a los demás. Sin embargo, en nuestra cultura occidental,
partimos del supuesto que los ladrones activos son capaces de defraudarnos
porque, a su vez, creemos que los honrados nunca defraudamos.
De más está decir que todos podemos defraudar las expectativas
de los demás, pero insisto en afirmar que esta es la excepción y no la regla.
La necesidad que todos tenemos de ser aceptados por el colectivo al que
pertenecemos (nación, familia, club deportivo) nos obliga inevitablemente a
conservar los lazos que tenemos con todos ellos. Una de las acciones
automáticas es no defraudar, no traicionar el sentimiento ajeno que nos
mantiene formando parte de la sociedad.
Por este motivo, si los honrados (léase: ladrones
cobardes) tenemos la expectativa de que los condenados por robo son los único
ladrones, sin darse cuenta, inconscientemente, ellos tratarán de no
defraudarnos. Aunque la mayoría interpreta que los delincuentes son ladrones
reincidentes (contumaces) lo que probablemente ocurra es que ellos no puedan
defraudar nuestras expectativas.
Si con una reinterpretación de quiénes y cómo somos,
lográramos modificar esas expectativas que tenemos de los condenados por robo
paulatinamente comenzarían a modificar su conducta delictiva.
(Este es el Artículo Nº 2.171)
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