Los guerrilleros son técnicamente delincuentes comunes que también deben ser juzgados considerando la intención que los anima para exponerse a las condenas más severas.
Los humanos queremos vivir en libertad aunque evitando sus efectos indeseables, esto es, queremos vivir en libertad sin hacernos responsables de las consecuencias que pudieran tener nuestras libres decisiones.
Cuando hablamos de libertad, debemos incluir genéricamente las restricciones a nuestro bienestar.
Por lo tanto, luchamos por sentirnos libres de presiones, limitaciones, dolores, carencias.
Los niños de muy poca edad manifiestan con energía su rechazo a las molestias.
— Cuando no saben de dónde proviene la causa del malestar, lloran.
— Cuando creen que sus tutores son la causa del malestar, intentan combatirla utilizando los escasos recursos de que disponen (incontinencia fecal o urinaria, anorexia, romper objetos, ensuciar, desobedecer, golpear, morder, etc.).
A lo largo de nuestras vidas continuamos con esta actitud, adaptándola a las circunstancias que nos tocan en suerte.
— Si vivimos en una sociedad donde está autorizada la libertad de expresión, haremos manifestaciones, huelgas, golpearemos cacerolas.
— Si vivimos en una sociedad donde no está autorizada la libertad de expresión, tramitaremos la agresividad y la frustración como podamos, alentados por la esperanza de que «ya vendrán tiempos mejores».
La rebelión de los pueblos oprimidos por la estrechez económica suele estar liderada por alguien que los convence de que, si lo obedecen ciegamente, él les devolverá la libertad que los actuales detentores del poder le robaron.
La propuesta es fácil de comprender porque todos recordamos qué sentimos cuando en nuestra infancia fuimos injustamente tratados por los adultos.
La vulnerabilidad infantil nos permitió apelar al criterio de que «el fin justifica los medios» y la réplica que encontramos en la guerra de guerrillas, no es otra cosa que delincuencia inescrupulosa por falta de recursos que permitan acciones reivindicativas más honestas.
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7 comentarios:
Muchas veces los pueblos tienen posibilidades de protestar pacíficamente pero recurren a la lucha armada. Depende de las circunstancias. Independizarnos de España tuvo que incluir la toma de las armas porque los otros caminos no eran lo suficientemente disuasivos.
Creo que en algunas ocasiones el fin puede justificar los medios. Pero depende de que fin y de que medios.
Delinquir es alejarse del sendero señalado por la ley. En ese sentido puede decirse que sí, que quienes lucharon tomando las armas, con el fin voltear la tiranía y la injusticia social (con las muertes silenciosas que esta conlleva), fueron delincuentes.
Me parece que es un signo de vitalidad, luchar por liberarnos de limitaciones, carencias, dolores y presiones.
Las molestias que provocan reacciones de rechazo más durarderas, son las psicológicas.
Puede que las manifestaciones pacíficas sean reprimidas con violencia, sin que se salga de un estado de derecho. Estos conflictos sociales se sabe donde empiezan pero no donde terminan.
La opresión puede ser por la imposibilidad de crecer, de acceder a un mayor desarrollo, aunque no se estén viviendo grandes estrecheses económicas. La pobreza, por si sola no alcanza para provocar una rebelión. Es necesario que las poblaciones tengan conciencia de su situación y de lo que desean.
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