Ya no vale la pena reparar los electrodomésticos descompuestos. La reparación es casi tan costosa como uno nuevo.
Es
posible que ya no sea conveniente reparar los electrodomésticos que dejan de
funcionar. Entre lo que cuesta una reparación y lo que cuesta uno nuevo, la
diferencia puede ser insignificante.
Claro
que los reparadores son experto en conservar su fuente de ingresos y argumentan
a favor de la vieja maquinita descompuesta, alegando que las que ahora se
venden están fabricadas con materiales más débiles.
Por
su parte los clientes, sin darse cuenta, han desarrollado un cierto afecto por
la máquina usada y descompuesta. Sus mentes piensan:
—
Ya hace 14 meses que la estoy usando (es decir, el período de la garantía más
dos meses),
—
Quizá sea cierto que las nuevas son más débiles que las viejas porque yo soy
viejo y necesito pensar que soy más fuerte que los jóvenes;
—
Si bien la reparación es apenas un 10% menos de lo que me costaría nueva, «algo
es algo», «un 10% es un 10%», «a nadie le gusta tirar la plata».
Esta
historia se repite una vez tras otra y los propietarios de maquinitas viejas,
fuertes pero descompuestas, seguimos pagando algo de dinero para beneficio de
los reparadores.
Con
estos mismos elementos podemos pensar que desde hace unas décadas a esta parte
ya no compramos electrodomésticos sino que pagamos una cierta suma para usarlos
(alquiler). Lo que antes parecía un objeto permanente ahora es un objeto que se
consume, se evapora, se extingue.
Ese
dinero que antes contabilizábamos en el rubro «Maquinitas mías» ahora tenemos
que contabilizarlo en el rubro «Alquileres que pago».
Esto
no es un simple cambio de rubro porque lo que antes formaba parte de nuestro Patrimonio
ahora corresponde interpretarlo como una pérdida (alquiler) que disminuye ese Patrimonio.
(Este es el
Artículo Nº 1.594)
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10 comentarios:
Gracias a que tengo un vecino amable, no me veo forzada a alquilar una escalera de pintor. Se la pido prestada.
Hay que reciclar la chatarra!!!
Si nos dan un 10% de descuento en las casas de electrodomésticos, vamos corriendo a aprovechar la oferta. Pero si ese 10% lo ganamos al reparar la máquina vieja, no nos interesa. Si compramos algo nuevo sentimos que nos renovamos. Por un acto mágico alisamos nuestras arrugas, lavamos nuestras manchas y quedamos brillantes.
El esposo de mi suegra era viajante. Cuando volvía luego de veinte días de gira en el interior, muchas veces ella lo esperaba con la casa recién pintada y con cortinas nuevas. Renovar su hogar era como un mensaje secreto: ahora que tú llegas, la casa está nueva y feliz, yo no sé por qué...
Por un lado no me gusta ver el desgaste de mis muebles, las alfombras, la cocina, la heladera cuando se empieza a picar. Por otro lado me cuesta deshacerme de ellos. A veces pienso que tienen ojos y ellos también me han visto envejecer.
Alquilaría un auto si estuviera de viaje por algún país lejano. Acá en mi país, prefiero subirme al bondi. No menguaría mi patrimonio, a no ser que fuera estrictamente necesario.
Las maquinitas nuestras cada vez son menos nuestras. Se usan y se tiran. Puede que esa forma de tratar a los objetos se traslade al vínculo que tenemos con las personas.
Las máquinas podrán ser nuestras, pero las personas no. Lo que sí es nuestro es el vínculo que tenemos con cada una de ellas.
Mi padre dejó que se descompusiera un bellísimo auto, en la oscuridad de una cochera. Pasaron décadas antes de que se hiciera la reducción y lo llevaran a su morada final.
Parte de su pasado se descompuso junto con ese auto. O quizás quedó escondido bajo llave.
Pero a mí me habría gustado pasear con él en ese descapotable, alguna tarde de verano.
El cubano Silvio Rodríguez dice en una de sus canciones que existe un reparador de sueños. Le creo porque ese enanito reparador ha venido algunas veces por casa. Él sabe qué hacer. Sabe esperar y escuchar. Es muy fuerte porque trabaja de minero. Conservo un rubí que extrajo de una cueva húmeda y oscura. Para conservarlo siempre, me lo puse en el cuello.
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