Pensemos en las palabras YUGO y BUEY.
El yugo es una madera que une a dos bueyes que tiran de un arado o carreta, y popularmente también significa TRABAJO. Por otro lado, un buey es un toro castrado, es decir, al que le fueron extirpados los testículos.
Es habitual imaginarse a uno mismo, unido a los compañeros de trabajo, tirando como un buey. Esta escena sugiere que existe una forma de esclavitud y también, aunque más indirectamente, una castración.
El ser humano huye despavorido de la castración. Es una expectativa terrible.
Concluyo: En la medida que la referida «imagen rural» habite en nuestras cabezas, seguramente tendremos fobia a trabajar. Esta fobia a veces se diagnostica como haraganería, otras veces como apatía, otras como falta de ambición. Sin embargo, no es más que una fobia; una de las patologías neuróticas mejor tratadas por el psicoanálisis.
Este es un argumento más de por qué algunas formas de pobreza son tratables por un psicoanalista y no por un economista.
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