El ingenio de los explotadores, apelando a la publicidad,
convenció a muchos de que trabajar innecesariamente es inteligente.
Cuando el planeta está
generoso vivimos una era de abundancia. La tierra es fértil, las condiciones
climáticas favorecen el crecimiento de plantas y la reproducción de los
animales, que utilizamos para alimentarnos.
Ante esta generosidad del planeta
es relativamente fácil vivir, estamos contentos, alegres, distendidos,
tranquilos de que ningún semejante está pasando hambre, las condiciones de vida
son tan benignas que la colaboración entre nosotros se vuelve casi innecesaria,
pues hasta los más vulnerables tienen energía suficiente para acceder a lo que
precisa para subsistir.
Como a ningún ser vivo se le
ocurre esforzarse de más, a nadie se le ocurre, (en períodos de auge), hacer
trabajos innecesarios. Los seres vivos del reino vegetal y animal, funcionamos
bien cuando hacemos lo suficiente, sin embargo, en la especie humana ocurre algo
que nos confunde: algunas personas hacen más de lo imprescindible.
Seguramente existen muchas
causas que provocan la ambición desmedida, la acumulación anormal de riqueza,
pero propondré una sola (porque no alcanzo a imaginar otras).
A medida que las sociedades
fueron reprimiendo más y más la esclavitud, el ingenio de muchos generó ideas
sobre cómo lograr que otros se esfuercen, para explotar a seres humanos como si
fueran animales de tiro (bueyes, caballos, burros).
El ingenio de estos
explotadores se dedicó a buscar formas de persuadir para que los humanos
pudieran trabajar de más, sin la presión del amo que azotaba a sus esclavos.
En otras palabras: como quedó
prohibido azotar a los empleados se inventó el azote de la persuasión, las políticas de recursos humanos.
Mi hipótesis es que el ingenio
de los explotadores, apelando a la publicidad, convenció a muchos de que
trabajar de más (ser ambicioso y consumista) es inteligente.
(Este es el Artículo Nº 2.069)
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