Un pobre patológico no puede progresar porque lo bueno y lo
malo que le ocurre se neutralizan y lo inmovilizan.
Una patología, o una enfermedad, son casi lo
mismo y se refieren a alguna alteración del buen funcionamiento de algo o de
alguien.
Pensemos en un reloj con péndulo. Funciona
bien cuando, haciendo un mismo movimiento de vaivén, las agujas avanzan en
coordinación con los relojes elegidos para determinar la hora oficial del
meridiano correspondiente.
Ese reloj está
sano si el vaivén genera un cambio en
sintonía con los relojes de referencia, pero está enfermo si el vaivén no genera el cambio de hora esperado. Está muerto si tampoco tiene el vaivén.
Ahora
veamos cómo esta metáfora se corresponde con el tema que nos interesa.
La
pobreza patológica se caracteriza porque, si bien existen ingresos y egresos en
la economía del pobre, el resultado final es insatisfactorio para sus
expectativas.
El
pobre patológico tiene un vaivén de satisfacción y de insatisfacción, como el
péndulo del reloj, pero no logra acceder a la calidad de vida que desearía
tener.
Generalmente
se habla de síntoma psicológico
cuando, en la psiquis de quien lo padece, existen dos fuerzas que se oponen (me
gusta-no me gusta, me sirve-no me sirve, avanzo-retrocedo, tengo esperanza-me
desilusiono), pero de tal forma que casi se neutralizan o provocan mejorías
que, en el mediano plazo, son insuficientes. En el caso del reloj: el vaivén
del péndulo ocurre con regularidad pero la hora que informa es notoriamente
diferente a la oficial, así como el paciente, trabaja, ahorra, se preocupa,
pero termina desconforme, angustiado, deprimido, resentido, irritado, con
eventuales malestares psicosomáticos.
Desde
mi punto de vista, el pobre patológico adolece de un síntoma consistente en que
está demasiado equilibrado, lo bueno y lo malo de su acontecer lo inmovilizan
para progresar.
(Este es el Artículo Nº 2.065)
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