En nuestro idioma están lingüísticamente asociados
conceptos tan dispares como las enfermedades de mal pronóstico y la vivienda
propia.
En otro artículo (1) les
comentaba que, desde cierto punto de vista, las personas funcionamos con si
fuéramos palabras cuya definición está compuesta por todas las opiniones que
genera nuestra existencia.
Si esto fuera aceptable, como
intenté demostrar en el mencionado texto, las palabras de nuestro idioma tienen
una influencia especial en nuestra forma de ser, en nuestras creencias, en
nuestras decisiones.
Claro que, así como en nuestra
conciencia no está la idea de que somos palabras tampoco está la influencia que
tienen las palabras en nuestra vida.
Todo lo que tiene que ver con
el lenguaje funciona, según el presente punto de vista, a nivel inconsciente,
esto es, funciona sin que lo sepamos, sin perjuicio de lo cual podemos elaborar
hipótesis como estas cuya utilidad práctica también operará a nivel
inconsciente.
Veamos el caso que justifica
este preámbulo.
La palabra desahuciar (2) tiene los
siguientes significados:
1 — Quitar a uno toda esperanza de conseguir
lo que desea:
siento ser yo quien te desahucie de tus fantasías.
siento ser yo quien te desahucie de tus fantasías.
2 — Considerar el médico que un enfermo es
incurable:
le desahuciaron sin atender a más pruebas.
le desahuciaron sin atender a más pruebas.
3 — Despedir el dueño de un piso, local o
finca a su inquilino mediante una acción legal:
lo van a desahuciar por falta de pago.
lo van a desahuciar por falta de pago.
Como vemos, la palabra desahuciar
tanto significa un mal pronóstico para nuestras expectativas en general y sobre
la evolución de una enfermedad en particular, como ser expulsados a la calle de
nuestra vivienda.
Con esta particularidad de nuestro idioma nos explicaríamos
por qué es lógica la convicción según la cual quienes no poseen una vivienda propia
se exponen a múltiples infortunios, pues la eventualidad de un desalojo está,
lingüísticamente, asociada a la salud.
(Este es el Artículo Nº 2.077)
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