La actual longevidad del capitalismo podría estar
explicada por el acierto para entender cómo somos los seres humanos realmente.
En artículos anteriores (1) he
mencionado que, por ahora, el capitalismo está siendo una forma de organización
socio-económica exitosa. Algo que le aporta salud al sistema capitalista es que
está pensado para la interacción de las personas como son y no como deberían
ser.
Desde mi punto de vista, el
socialismo concibe a un actor inexistente en la realidad pero existente en la
imaginación de los idealistas, entre quienes querrían que fuéramos generosos,
honestos, tolerantes, solidarios, austeros, modestos, comedidos, respetuosos, humildes, sencillos,
moderados, entusiastas, disciplinados, serviciales.
Repito: el ser humano que
imaginan los socialistas solo existe en la imaginación de los socialistas, pero
no existe en la realidad. Peor aún: la mayoría de los ideólogos y promotores
del socialismo no saben que ellos tampoco tienen las características necesarias
para poder vivir en dicho régimen.
Por el contrario, el
capitalismo concibe a un ser humano codiciosos, individualista, hipócrita,
inescrupuloso, proclive a evadir las normas, amante del poder, cómodo,
orgulloso, ladino, avivado, acomodaticio, bastante infiel a la ética y a la
moral, hedonista, cobarde aunque puede arriesgarse cuando la ganancia es
tentadora, corporativista y eventualmente también mafioso, bastante avaro si no
fuera porque para triunfar como avaro hay que esforzarse demasiado.
En otras palabras, la
(transitoria) buena salud del capitalismo podría estar explicada por su
realismo y la (transitoria) mala salud del socialismo podría estar explicada
por su idealismo.
La ambición suicida del
capitalismo lo condiciona para estimular fuertemente los cambios tecnológicos
que lo autodestruyen e inmediatamente lo recrean.
Como el sistema está expuesto
a cambios tan repentinos y a veces radicales, seguidos de un reacomodo que
parece haberlo tonificado, las profecías confiables son casi imposibles y la
incertidumbre es el estado predominante.
(Este es el Artículo Nº 2.074)
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