La incertidumbre que nos
provoca la vertiginosa dinámica capitalista puede ser un atributo deseado
aunque conscientemente la rechazamos.
El día que algún ser humano
logre crear otro ser humano partiendo de los minerales primarios, recién ahí
podremos comenzar a pensar que sabemos algo de biología. Por ahora solo podemos
hacer que un espermatozoide fecunde un óvulo fuera de un cuerpo femenino.
Comenzaremos a saber algo importante cuando también seamos capaces de crear un
óvulo y un espermatozoide partiendo de elementos minerales (carbono, oxígeno,
hidrógeno).
Como para vivir sin tantas
preocupaciones nos unimos a quienes aseguran que ya hemos tocado el techo
tecnológico, tratamos de imaginar con pasión que nuestra medicina lo sabe todo
y que, si aún sigue habiendo fallecimientos, eso se debe a un ligero atraso tecnológico que estamos a
punto de superar.
Sin embargo, nuestra psiquis también demanda la
incertidumbre, la inseguridad, lo incógnito. Quizá no lo haga a nivel
consciente pero el cerebro no busca seriamente saberlo todo pues le teme tanto
a la felicidad completa como a la muerte.
En alguna neurona tenemos la idea de que la paz completa,
que la serenidad perfecta, que el bienestar continuo, se parecen más a la
muerte que a la vida.
Es muy probable que el fenómeno vida dependa de un
movimiento binario del tipo prendido-apagado,
alto-bajo, alegría-tristeza, tranquilidad-intranquilidad, y así por el
estilo. En suma: el fenómeno vida, como un reloj mecánico, funciona con un
inaudible tic-tac.
En otros artículos de reciente publicación (1) he mencionado
algunas posibles explicaciones de por qué el capitalismo se presenta como un
sistema de convivencia más longevo que otros (socialismo real, nazismo,
fascismo).
En este artículo les comento que la incertidumbre que nos
provoca la vertiginosa dinámica capitalista puede ser un atributo deseado
aunque conscientemente nos molesta tanto que la rechazamos.
(Este es el Artículo Nº 2.075)
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