domingo, 24 de noviembre de 2013

El capitalismo y el miedo a morir

  
Según parece, viven más (combinando cantidad de años con intensidad de vida), quienes menos evitan la muerte.

El fracaso del comunismo no determinó el triunfo del capitalismo. El sentido común dice que sí, pero el sentido común se caracteriza por ser muy convincente a la vez que falso.

El mayor desafío para el sistema capitalista empezó cuando perdió a su compañero fiel, el comunismo real de la Unión Soviética (1989).

Al quedarse solo, el capitalismo se enfrenta a una prueba de fuego. Desde 1989, todos los errores y horrores ocurrirán en este régimen. La felicidad también, pero eso no cuenta porque las buenas noticias no son noticias.

Desde mi punto de vista la mayor longevidad del capitalismo obedece a su vocación de muerte. Obsérvese que el comunismo se postuló como el sistema que siempre gobernaría el mundo. Lo mismo le ocurrió al nazismo: se postuló como eterno e inmortal y padeció muerte infantil.

El capitalismo es mortífero, despiadado, brutal, cruel, indiferente a la muerte precoz hasta de sus participantes más mimados. Los gobiernos serios y comprometidos con el capitalismo no practican el proteccionismo de los agentes económicos que desaparecen devorados por la competencia, la mala suerte, la impericia.

La propia doctrina capitalista no parece tener mecanismos de defensa extremistas y desesperados. El libre mercado deja actuar a lo que su principal ideólogo (Adam Smith) llamó la mano invisible.

La libertad de los agentes económicos llega al extremo de que pueden conspirar contra el propio régimen sin que nadie los detenga. Las leyes que regulan las transacciones protegen a los agentes económicos de otros agentes económicos, pero no hay leyes que protejan al sistema capitalista de otros sistemas.

Quizá con los individuos ocurra lo mismo: viven más (combinando cantidad de años con intensidad de vida), quienes menos evitan la muerte.

(Este es el Artículo Nº 2.073)


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