jueves, 7 de noviembre de 2013

Semejanza entre perros y avaros


Las necesidades y deseos insatisfechos nos dan energía. Los avaros podrían satisfacerse, pero ahorrando conservan la insatisfacción y la energía.

Con cierta indulgencia, como corresponde a quienes somos superiores, miramos cómo nuestro perro esconde su hueso en el jardín. El gesto se convierte en burlón y sarcástico cuando el muy tonto esconde cualquier objeto debajo de una alfombra o de los almohadones del sofá.

Claro, el pobrecito es esclavo de su genética milenaria y por eso continúa haciendo lo mismo que hace miles de años hacían sus abuelos: los lobos y hasta los zorros.

Quizá se nos borre la sonrisa socarrona cuando nos preguntemos: los seres humanos, ¿por qué a veces tratamos de conseguir más de lo que necesitamos, obligándonos a guardarlo para que lo disfruten los herederos, cuando nos convirtamos en el más rico del cementerio?

No tenemos una respuesta más inteligente de la que tenemos para el perro que esconde objetos debajo de una alfombra.

Muchos también se burlarán de este avaro, pero no sería justo..., ni con el avaro ni con el perro. Algo nos ocurre que provoca estos fenómenos difíciles de explicar.

Una hipótesis, más o menos aceptable, dice que los humanos podemos padecer el accidente de tener más dinero del que necesitamos para vivir bien y que por eso tenemos que sacarlo de circulación (guardarlo en un banco, por ejemplo), para que su existencia no nos haga daño.

Pensemos en que las necesidades y los deseos son verdaderos motores de nuestra existencia. Si nos toca en suerte que nuestros ingresos son demasiado elevados, en vez de agotar (satisfacer) esas necesidades y deseos quedándonos sin los motores, una forma de resolverlo consiste en esconder lo que no necesitamos, como hace el perro.

En suma: los avaros intentan conservar la vitalidad que aportan las necesidades y deseos.

(Este es el Artículo Nº 2.056)


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