En este
artículo comparo a la competencia capitalista con la endurecida confrontación
que es propia entre quienes practican rugby.
Copio y pego, del Diccionario de la Real Academia Española, la
definición de rugby:
Deporte que se practica, con las
manos y los pies, entre dos equipos de quince jugadores cada uno, con un balón
ovalado que se debe depositar tras la línea que marca el final del campo o
introducir entre un travesaño y dos postes que se elevan sobre los extremos de
este.
Hay quienes dicen que este
juego se practica en tres tiempos: 1) El entrenamiento; 2) La competencia en el
campo de juego y 3) Una reunión de camaradería, entre los integrantes de ambos
equipos, para suavizar cualquier molestia personal que hubiera quedado de la
confrontación deportiva y para aprender de los errores que los ocasionales
competidores nos señalen.
Este juego, de origen inglés,
parece tener una característica que, prejuiciosamente, le asignamos al pueblo
inglés, esto es la caballerosidad, la
elegancia, los buenos modos.
Sin olvidarnos que el pueblo inglés se ha caracterizado por
una conducta invasora, que no avasalló tantos territorios, a lo largo y ancho
del planeta, tomando té con los líderes de los pueblos sometidos y que detentó
el mayor poder marino a sangre y fuego;
sin olvidarnos de todo esto, repito, convengamos que entre los amantes del
rugby existe una mística que los obliga, a ellos mismos, a ser honestos, jugar
limpio, evitar la violencia salvaje, inclusive cuando practican un deporte tan
impetuoso como este.
Cuando salimos a ganarnos el sustento, en un mercado
competitivo como es el capitalista, estamos practicando algo similar al rugby:
luchamos cuerpo a cuerpo contra los ocasionales competidores, tratando de
llevar algo tan escurridizo como el dinero o el balón ovalado, a nuestro
bolsillo o portería.
(Este es el Artículo Nº 2.067)
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