Porque los varones
interpretamos las molestias naturales como martirizantes, todos pensamos que
trabajar y parir son castigos.
Es legítimo, razonable y,
quizá también práctico, utilizar como hipótesis de trabajo lo propuesto en otro
artículo (1), donde les comentaba que nos molesta trabajar porque padecemos una
sugestión bíblica originada en aquel
castigo que recibieron Adán y Eva cuando comieron la famosa manzana.
Es cierto que tenemos que
hacer algún esfuerzo para conseguir lo necesario para vivir, pero también los
otros animales tienen que cazar, acarrear, construir nidos, defenderse de sus
depredadores. Todos tenemos que hacer algún esfuerzo para vivir.
Por otra parte, la dilatación
corporal que requiere habilitar la salida del nuevo ejemplar gestado (parir) es
molesta, aunque no precisamente dolorosa para la parturienta. Si es dolorosa es
porque también, en ese sentido, padecemos una sugestión bíblica.
Hombres y mujeres tenemos
respuestas diferentes ante el dolor. La hipótesis de trabajo que proponía en el
primer párrafo tiene que ver precisamente con esto: los varones tenemos menos
resistencia al dolor que las mujeres. En otras palabras: el mismo estímulo, a
los varones nos duele y a ellas las molesta.
En otro aspecto podríamos
pensar que las mujeres pueden gozar sintiendo dolor mientras que los varones
pueden gozar causando dolor. Este sería un aspecto escasamente comentado de
cómo ocurre la complementariedad entre los sexos.
El machismo es una cultura muy
marcada por las preferencias masculinas y parecería ser que la otra mitad, (las
mujeres), tienen menos voz y voto para marcar las tendencias.
Como los varones rechazamos tanto el dolor, hemos impuesto
que la tolerancia debe ser mínima o nula. Por eso las mujeres necesitan
rechazar el dolor que podrían tolerar y hasta disfrutar.
En suma: porque
los varones interpretamos las molestias naturales como martirizantes, todos
pensamos que trabajar y parir son castigos.
(Este es el Artículo Nº 2.053)
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