La propina reproduce la escena en la cual una
madre-cliente le promete algún premio-propina a su hijo-mesero, para que este sea
obediente.
Por propina entendemos “Dinero que se da voluntariamente aparte del precio
convenido por algún servicio”.
Es un concepto que todos
conocemos bastante bien. Solo una minoría de nosotros ha recibido propinas y
sabe qué se siente cuando eso ocurre.
Si trabajamos en un restorán y
nuestro trabajo consiste en llevar de la cocina a la mesa del cliente lo que
este solicita, seguramente cobramos un sueldo pagado por el dueño de la
empresa.
Aunque se acostumbra dar
propina a los conductores de taxis, a los maleteros de los aeropuertos, a los
botones de los hoteles y a otros servicios, el mesero de una casa de comidas es
el trabajador ideal para lo que intentaré comentarles.
En el rubro gastronómico, ese
pago voluntario que hace el cliente está tan fuertemente instituido que en la
negociación salarial el empleador y el empleado lo toman en cuenta para que la
remuneración total esté dentro de ciertos valores razonables para cada mercado
laboral.
La cantidad de dinero que deja
el cliente está en función de sus hábitos en esa materia pero,
fundamentalmente, de su real disponibilidad de dinero.
Ese dinero que el cliente paga
voluntariamente tiene, como contrapartida beneficiosa para él, que el mesero se
esfuerce por realizar su mejor desempeño para estimular una propina más
generosa.
Este ejemplo es el ideal
porque ningún otro imita mejor el origen psicológico del fenómeno. Me estoy
refiriendo a lo que hace una madre con su hijo para que este tenga buena
conducta.
La propina reproduce la escena
en la cual una madre-cliente le promete algún premio-propina a su hijo-mesero,
para que este se porte bien, para que no la contraríe, para que sea obediente.
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