El pueblo norteamericano utiliza las ventas de garaje con varios propósitos,
todos muy generosos, divertidos, capitalistas, consumistas, militantes,
coherentes, eficaces.
Si aceptamos que la perfección
no existe y que la felicidad posible se reduce a algunos instantes muy
especiales en la vida de un ser humano, podemos bajar las expectativas hasta
convertirnos en «tolerantes de la realidad tal cual se nos presenta».
En otras palabras, estoy queriendo decir que podríamos vivir un poco
mejor si no creyéramos en la perfección (de la salud, de los vínculos, de
nuestro propio desempeño) y si no esperáramos un estado de felicidad de 24
horas diarias de lunes a domingos.
Días pasados publiqué un artículo (1) en el que intentaba explicar cómo
funciona La justicia social del
consumismo. Tal como confesé en el video, en
realidad intentaba explicar por qué a la mayoría de los pueblos nos gusta el
capitalismo y no nos gusta el socialismo.
Los norteamericanos suelen tener casas con garaje, pero sus
vehículos quedan estacionados en el jardín o en la calle porque no caben en
esas habitaciones que le son destinadas. Esos espacios suelen estar abarrotados
de cosas que nunca se usaron o que apenas se usaron o que nunca fueron sacadas
de sus cajas o que fueron recibidas como obsequio despreciable.
En las áreas suburbanas es una tradición salir a recorrer ventas de garaje, esto es, la exposición
y venta de todo eso que sobra y que alguien podría comprar.
Por qué es divertida esta característica de lo que podríamos
llamar consumismo filantrópico?
— El resultado de la venta podría ser donado a alguna
iglesia;
— Los potenciales compradores observan cuántas cosas inútiles tienen los demás;
— En caso de encontrar algo interesante, pondrán en práctica
su capacidad para regatear personas que habitualmente nunca negocian nada;
— Los más pobres pueden abastecerse.
(Este es el Artículo Nº 2.071)
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