miércoles, 28 de septiembre de 2011

El sobreendeudamiento y los privilegios

Los privilegios generan envidia aunque para conservar esa ventaja el privilegiado tenga que soportar presiones que lo hacen repudiar eso que provoca envidia.

Porque mi madre era maestra, fui a las escuelas donde ella trabajaba.

Sus compañeras tenían una especial consideración conmigo. Por ese motivo mis compañeros me envidiaban.

Todos suponíamos que mis calificaciones eran excelentes porque las maestras querían quedar bien con su amiga. Por ese motivo mis compañeros me envidiaban.

Los niños suelen creer que los profesionales nacen, no se hacen. Para ellos es algo genético. La sabiduría brota por sus poros. Los hijos de maestra también son genéticamente sabios. Por ese motivo mis compañeros me envidiaban.

Este clima social para un niño en edad escolar es muy extraño. Yo no sabía qué hacer con tantos honores, ventajas, riquezas.

Lo que mis compañeros no sabían era cómo vivía yo esas ventajas que ellos envidiaban.

A los niños comunes les ponen la nota por lo que han logrado y a los hijos de las maestras les ponen la nota por lo que tendrán que lograr, quieran o no quieran, sin importar los litros de lágrimas que derramen.

Los niños comunes producen primero y cobran (la calificación) después. Los hijos de maestra cobran primero y tienen que producir después, puedan o no puedan, les guste o no, tengan o no la inteligencia suficiente.

Los niños que tienen el dudoso privilegio de ser hijos de la maestra viven «sobreendeudados » (fueron calificados tomando en cuenta rendimientos futuros), bajo la presión agobiante de la obligación. Viven prematuramente a crédito.

Es posible deducir que algunos adultos perjudicados por el costo emocional y económico de estar sobreendeudados, necesitaron sentirse privilegiados, envidiados, «hijos de la maestra».

En suma: Algunos sobreendeudados gozaron (necesitaron) el beneficio de sentirse dignos de crédito, confiables, amados.

●●●

12 comentarios:

Nolo dijo...

Tener privilegios de ese modo, no es negocio.

Irma dijo...

Habrá un privilegio que no me exija tanto laburo!!
Estoy preguntando y quiero que me respondan!!!

Javier dijo...

Ser el hijo de la maestra es horrible además, porque no te da la oportunidad de decirle adiós al imposible amor incestuoso.

Cacho dijo...

Por eso nadie quiere los laburos picaflor: tenés que meterle como loco para sacar un poco de dulce.

Polo dijo...

A mí todo, todo, me lo cobran por adelantado. Voy a empezar a aclarar que mi madre es Contadora, a ver si ayuda en algo...

Hugo dijo...

Su planteo se puede trasladar también a los hijos de los famosos. Ser "hijo de", te obliga a ser, digamos, un poco brillante, es decir, no tan brillante como tu progenitor -eso se da por descontado, jamás te lo reconocerían- pero si 'algo' brillante. Mediocre nunca. Y en realidad uno lo que querría es volver a nacer en otro lado y con otro nombre.

Ma. Eugenia dijo...

Qué conjunto de cosas serán las que provoquen que un niño se sienta sobreendeudado?

Lucas dijo...

Un parto terrible que se rememora todos los años, por ej. Euge.

Anónimo dijo...

Me habría alcanzado con ser hijo de la maestra, pero como no lo fui, sólo pido ser rico; nada más.

Morgana dijo...

El que estuvo sobreendeudado, ahora querrá que le sobre la guita. Ese ya no quiere deberle nada más a nadie. Ni dinero, ni reciprocidad, ni exclusividades, ni solidaridad, ni compañía por las noches... NADA.

Maribel dijo...

Está comprobado que los hijos de las maestras desarrollan su cerebro de forma acelerada y tortuosa. Por eso algunas maestras optamos por ocultar nuestra verdadera identidad profesional.

Compañera abejita, si a ti te pasa lo mismo. Si te sientes sola porque nunca puedes hablar con nadie de esas cosas terribles que te suceden en el trabajo, ahora sabes que existe un lugar para ti. Le llamamos "Panal de Encuentro". Si piensas procrear acércate ya mismo; sabemos lo que te sucede y podemos aconsejarte. Encontrarás un ambiente acogedor y dulce. (También hay maestros). Te esperamos.
Zzzzzaaauuuu!

Miraballes dijo...

Es bueno sentirse sobreendeudado porque después, si sobrevives al esfuerzo, gozarás el beneficio de sentirte digno de crédito.