El cristianismo católico profesa
la pobreza hasta en el desempeño erótico de sus fieles.
En
otro artículo (1) digo que los ancianos no tienen más remedio que ser monógamos.
En este otro diré que un varón monógamo tampoco tienen más remedio que serlo
porque es conformista, sedentario o escasamente atractivo para otras mujeres,
además de la que lo posee.
Este
otro tipo de varones funciona como los ancianos mencionados al principio.
La
mujer que lo posee en exclusividad también es conformista, repele enérgicamente
la incertidumbre, rechaza la idea de que pudiera ser comparada con otra. Para
quitarse estos problemas, aplica un violento y dominante rigor para conservarlo
para ella sola.
Quizá
él sea hijo de una madre castradora que lo educó en una monogamia anti natural,
para entregárselo a una nuera, igualmente castradora, que nada tuviera para
criticar a la educación impuesta por la suegra.
Estas
conductas matriarcales no están ni bien ni mal. Solo son así. Quizá solo gesten
varones mediocres, inmaduros, escasamente creativos, muy obedientes,
profundamente temerosos e inseguros, pero monógamos. Completamente monógamos.
Entre
los católicos, el celibato de los sacerdotes indica, entre otras cosas, que las
grandes tareas (como ellos creen que es el desempeño del sacerdocio), solo
puede realizarse sin mujeres.
Quizá
el monógamo católico sea casi un sacerdote, aunque de la más baja jerarquía
eclesiástica porque no es célibe.
En
esta ideología, un hombre perfecto no tiene mujer, uno imperfecto pero
aceptable tiene una sola. Si tuviera más de una, está condenado como si fumara,
bebiera o comiera hasta saciarse.
(Este es el Artículo Nº 2.124)
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