La mitad de la población mundial disfruta
enterándose de que la otra mitad está peor, que sufre, que es más pobre.
Cursa el mes de febrero de
2014 y, desde el mes pasado, la prensa destina un gran espacio de sus noticias
a indicarnos que las 85 personas más ricas del mundo poseen el mismo patrimonio
que posee la mitad más pobre de la población mundial.
El dato, desde mi punto de
vista, directamente estimula la envidia, propia de la psiquis de cualquier ser
humano y además alegra los corazones egoístas de la otra mitad de la población
mundial.
El objetivo de este artículo
es reflexionar sobre cómo manejan los medios de comunicación las desigualdades
económicas que existen dentro de nuestra especie.
Aunque infaltablemente esas
reiteradas informaciones abundan en alusiones a conceptos, tales como: «injusticia
distributiva», «imperdonable avaricia», «pecaminoso egoísmo», «aberrante
obscenidad», el fenómeno periodístico quizá tenga un motivo más profundo,
además de condenar a la mencionada desigualdad económica.
En primer lugar, no creo que las empresas periodísticas estén interesadas
en erradicar la desigualdad distributiva porque, si esto ocurriera, ellos
tendrían menos para informar.
Si saliéramos del planeta por un momento y nos guiáramos por la
mencionada información, podríamos decir que la mitad de la población mundial
sufre y que la otra mitad mira cómo la primera sufre.
Desde la estratósfera, podríamos pensar que los únicos en condiciones
económicas de comprar información son los integrantes de esa mitad de la
humanidad que no es la más pobre. Por lo tanto, todo lo que se diga de los más
pobres no llegará a ser conocido por los mismos, pues son tan pobres que no
tienen dinero para informarse ni siquiera cuando se los menciona.
Es probable que la dimensión de las empresas informativas sea la
adecuada para conservar su salud económico-financiera vendiéndole las noticias
solo a la mitad de la población mundial. Estas empresas cuentan con que la otra
mitad de la población no sea cliente.
Para que los clientes sigan comprando tienen que estar felices con las
noticias. Las únicas noticias que compramos son las agradables, las que nos
proveen algún tipo de placer. No compramos noticias que nos provoquen úlcera,
insomnio, diarrea. Esto es así y debe ser aceptado como una verdad axiomática.
Si la mitad de la humanidad compra la noticia de que la otra mitad está
pasando hambre es porque algún tipo de placer recibe con esa información. Por
ejemplo, puede disfrutar pensando: «Yo no estoy tan mal como los otros»; «Tengo
que cuidarme de no convertirme en pobre»; «Reafirmo que los gobernantes son
todos unos inútiles porque no logran sacar de la pobreza a la mitad de la
población»; «Si no integro el grupo de los 85 es porque me daría vergüenza ser
tan rico»; «Quienes son más pobres que yo ‘algo habrán hecho’ para recibir ese
castigo»; «¡Qué divertido es ver cómo se pelean los ricos y los pobres! Los de
clase media somos los mejores».
En suma: Las noticias sobre
la injusticia distributiva complacen a la mitad de la humanidad (tres mil
quinientos millones de personas).
Bebito hace caca leyendo un diario.jpg
(Este es el Artículo Nº 2.121)
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