La Iglesia Católica es imprescindible porque los
humanos no sabemos organizarnos sin desigualdad en el reparto de la riqueza.
Nos dice el Papa Francisco I
en uno de sus mensajes de Cuaresma (febrero de 2014):
«Así, explica
Francisco, “la pobreza de Cristo es la mayor riqueza”, y Cristo “nos invita a
enriquecernos con esta rica pobreza y pobre riqueza suyas”. Es más, “la riqueza
de Dios no puede pasar a través de nuestra riqueza, sino siempre y solamente a
través de nuestra pobreza”.»
Para que nadie quede sin entender este párrafo, les
informo que el mismo integra un texto que se titula La pobrísima riqueza y la
riquísima pobreza - A la miseria material se la combate con la caridad,
a la moral y a la espiritual con la misericordia.
(1)
Como usuario del idioma, me cuesta entender el párrafo
entrecomillado. Quizá si yo no fuera ateo lograría una mejor comprensión.
Sin embargo, les comento a quienes sí lo entienden: En
general, la Iglesia Católica le hace suaves recomendaciones a los ricos para
que regalen un poco más de las fortunas que ganan honradamente y alienta a los
pobres para que toleren, sufran, soporten, aguanten.
Si mal no entiendo, la Iglesia Católica les dice a sus
creyentes que imiten a Cristo: en su infinita bondad, en la austeridad de su
vida, en la resignación ante la injusticia, que incluye dejarse matar en una
máquina de tortura (la cruz).
¿Qué logra la Iglesia Católica con esta actitud, que ya
lleva varios siglos? Lo que logra con su prédica es apaciguar los ánimos,
evitar los estallidos sociales que podrían ocurrir cuando se informa que las 85
personas más ricas del mundo poseen la misma cantidad de recursos materiales
que los 3.750 millones de personas más pobres del planeta (es decir, la mitad
de la población mundial) (2).
El agua bendita que utilizan en sus ritos parece apagar un
incendio inminente, por el cual la minoría más adinerada tendría que perecer
descuartizada por una mayoría indignada ante la obscena desigualdad en la
distribución de la riqueza.
Una posible explicación de por qué convivimos ricos y pobres
sin matarnos, es:
En nuestra especie solo sabemos organizarnos generando
fuertes desigualdades en la distribución de la riqueza. Para evitar el
genocidio de los ricos a manos de los pobres, la Iglesia Católica, como si
fuera una Agencia de Publicidad, se encarga de enfriar los ánimos, por lo cual
los ricos le pagan grandes sumas de dinero, cuya aplicación puede observarse en
la riqueza fastuosa que vemos en el Vaticano y en casi todas las iglesias del
planeta.
Conclusión: si los
ricos no mantuvieran económicamente a la Iglesia Católica, serían ajusticiados
y no existirían empresas donde ganarnos el pan de cada día.
(1) Ver artículo de ALETEIA
(2) Resumen del informe
anual de Oxfam, presentado en la cumbre de Davos llevada a cabo a comienzo
de 2014.
(Este es el Artículo Nº 2.119)
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