viernes, 14 de febrero de 2014

Solo recibimos algo cuando entregamos algo más


Los jóvenes no consiguen trabajo mientras no entienden que solo reciben dinero quienes entregan algo MÁS valioso que el dinero que reciben.

Amo estudiar, pero no estoy a favor de estudiar por razones éticas, cumpliendo un mandato patriótico, ciudadano, moral.

Quien estudia sin ganas funciona como una mujer que se expone a ser violada, que sufre por ser violada, pero que, en el fondo, le gusta porque se gratifica con la sensación del «deber cumplido».

La enseñanza es un negocio como cualquier otro servicio: sanitaria, limpieza, pintura de casas, mueblería, decoración.

Hay quienes se dedican a enseñar porque ganan dinero honradamente atendiendo la necesidad de algunas personas de aprender lo que más les gusta o atendiendo la necesidad de algunas personas de obedecer ese mandato cultural de «ser estudiante», «de aprender lo que le dicen que debe aprender», de ocupar su tiempo y energía como otros quieren, en desmedro del propio interés y deseo.

Quienes estudian por obediencia me entristecen. Son casos de esclavitud contemporánea. Quienes estudian por obligación han perdido parte de la dignidad humana. Siguen mereciendo el mismo amor que nos merecemos todos: quienes hacemos un trabajo con placer y quienes hacen un esfuerzo porque están obligados, pero esta igualdad en el merecimiento de amor no oculta la desigualdad que los perjudica: no son dueños de su deseo, tienen que alquilar su cuerpo para que otros lo usen para gozar a través de él. Igual que mis amadas prostitutas.

Por ejemplo: existen personas que aman el idioma inglés, sin embargo, muchos estudian como prostitutas, es decir, porque otros les insisten, los presionan, usan ese cuerpo juvenil para hacer lo que ellos no hacen: gozar el propio cuerpo, tiempo, energía.

Estudiar inglés actualmente es como perder tiempo recordando los resultados de todas las multiplicaciones, siendo que las máquinas de calcular están incorporadas hasta en el infaltable teléfono.

No busquen culpables. Esto ocurre de este modo porque así están organizadas todas las sociedades. Si los esclavos buscan culpables de su esclavitud es solo para alentar una imaginaria justicia que, por lenta, los mantendrá en la prostitución en forma crónica.

Uno de los motivos por el cual no existen culpables es que muchas de estas esclavitudes cuentan con la complicidad de los esclavos.

Cuando los jóvenes conservan la omnipotencia infantil son idealistas, se llevan el mundo por delante y se imaginan que pueden ganarse el sustento cuando quieran, con la misma facilidad que consumen los recursos que les proveen los padres.

La omnipotencia y la búsqueda de culpables son síntomas de la enfermedad más insidiosa que afecta a la humanidad: la esperanza. A veces los padres necesitan fallecer para que estos delirantes esperanzados logren entender que el dinero no se gana a pura voluntad. Solo se gana entregando algo que para otros sea más valioso que el mismo dinero. Si lo que entregan no es más valioso que el dinero, entonces se lo guardarán porque nadie es tan tonto de permutar una cosa valiosa por otra menos valiosa.

Lo repito: para recibir dinero de alguien tenemos que entregarle un esfuerzo que ese alguien valorice MÁS que el dinero que entrega. Dije «MÁS»: ni siquiera igual.

(Este es el Artículo Nº 2.122)


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