El dinero no es diabólico. Es para evitar los demonios interiores que tanta gente trabaja, ahorra
y consume obsesivamente.
Hay quienes se empeñan en
vivir sin dinero.
Consideran que este
instrumento de canje, esta mercadería polivalente, esta especie de comodín que todos aceptan en
cualquier intercambio, genera una especie de maleficio que nos hace perder la
cabeza, nos esclaviza, corrompe, envilece.
Muchas personas piensan esto y no me animaría a decir que
están equivocadas, pero sin embargo propondré otra explicación de por qué el
dinero parece diabólico.
¿Alguna vez oyó hablar de los demonios interiores?
Son una representación
fantástica de los remordimientos, de los recuerdos tristes, perturbadores, de
las ideas persecutorias, de los impiadosos deseos de venganza. También son las
ideas fijas, las preocupaciones, los celos incendiarios, los deseos prohibidos
de incesto o los socialmente condenados de homosexualidad. Dichos demonios interiores también
son el miedo a enloquecer, a contraer una enfermedad grave, terminal o
invalidante; se incluyen los miedos a ser abandonados por un ser querido, a
caer en la ruina económica, a cometer
una locura (tirarnos por una ventana, embestir a un peatón, matar a un niño).
Ahora volvamos al deseo de eliminar el dinero porque parece
diabólico.
Antes del dinero está el tiempo trabajado. El dinero es
trabajo: no es otra cosa. Tiempo ocupado en producir.
Como ya habrá adivinado, mi hipótesis consiste en pensar que
los demonios interiores se desatan, atacan y molestan cuando no estamos
entretenidos, ocupados, atentos a alguna tarea. Es el aburrimiento lo que
habilita la esclavitud a los horrores diabólicos, no el dinero.
Mientras estamos ocupados (produciendo dinero), los demonios
no molestan. Por este motivo muchas personas no quieren
tomarse vacaciones: temen enloquecer.
El consumismo y la avaricia no
son enfermedades en sí mismas, son un recurso utilizado por quienes no se
animan a estar solos consigo mismos. Quienes conviven pacíficamente con sus
pensamientos, pueden ser haraganes, ascetas, ermitaños, austeros, sobrios,
frugales, nunca ahorrativos, nunca avaros ni consumistas.
(Este es el Artículo Nº 2.111)
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