Todas las culturas nos impiden conocer nuestra
psiquis para convertirnos en ciudadanos inseguros, temerosos y eventualmente
traidores de nuestros semejantes.
La sociedad nos enseña a
conocer lo que debemos saber para colaborar con ella y también nos enseña a
ignorar lo que no debemos saber (también) para colaborar con ella.
Por ejemplo, debemos ignorar
que nos enseñan a ignorar porque si lo supiéramos podríamos enterarnos, por
ejemplo, que es absolutamente normal tener miedo a estudiar, a trabajar, a
vincularnos afectivamente.
La enseñanza de la ignorancia
se parece a esas situaciones en las que un hermano le dice a otro: «Te contaré algo
pero prométeme que no se lo dirás a mamá». En este caso dos hermanos, por
alguna razón, necesitan la ignorancia de la madre. Las
sociedades también necesitan que los ciudadanos ignoren algunas cosas pero,
paradójicamente, de sí mismos.
La cultura necesita que
sintamos mucho miedo, que seamos cobardes, asustadizos. ¿Para qué? Para que
seamos fácilmente dominables, para que seamos obedientes, incapaces de tomar
riesgos, inseguros de nuestras opiniones, fóbicos ante el ridículo.
Todas estas debilidades son
propias de nuestra especie. Nadie nace valiente, confiado, decidido, pero ¿cómo
se las ingenia nuestra cultura para que estas debilidades naturales se tornen
paralizantes, discapacitantes, patológicas? Enseñándonos a negarlas, a repetir
que somos audaces, confiados, dignos de ser representados por nuestros símbolos
patrióticos.
El método por el cual
aprendemos a ignorarnos consiste en negar públicamente las características
propias de nuestra especie: el miedo, la cobardía, la tendencia a ser traidores
de nuestros semejantes.
Las consecuencias no podría
ser mejores: quienes sentimos en nuestra mente lo que decimos no sentir,
quienes sentimos miedo pero no podemos reconocerlo, quedamos paralizados, no
sabemos quiénes somos, caemos en una completa inseguridad, le tenemos miedo a
todo, solo sabemos obedecer, respetar, cumplir y continuar ignorándonos.
Si usted siente que se conoce,
quizá se conozca realmente o quizá sea un buen alumno del sistema pedagógico
que lo adiestra para que se desconozca.
Pero ATENCIÓN!! No existe un
genio maligno que nos manipula sino que así nos organizamos los humanos. Este
fenómeno (enseñarnos a ignorarnos) es propio de nuestra Naturaleza y no es obra
de personas malintencionadas. Nos caracterizamos por esta forma de vivir, así
como usamos un lenguaje o construimos grandes edificios.
(Este es el Artículo Nº 2.118)
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