Aunque parezca increíble es normal que buenos profesionales se sientan desmotivados si reciben elevadas remuneraciones.
Si hacemos una encuesta artesanal encontraremos que once de cada diez entrevistados afirmarán sin vacilaciones que «la gente trabaja por el dinero».
Pero claro, nunca falta un psicoanalista que le busque la quinta pata al gato y peor aún, que se la encuentre.
Los motivos por los que trabajamos son variados y podemos ponernos de acuerdo en que cobrar un salario es uno de esos motivos.
Las causas no tan visibles como el dinero pueden llevarnos a problemas de difícil solución.
Causas menos visibles son la vocación, el placer que nos provee cierta tarea, otra es el prestigio que podamos sentir en ese lugar de trabajo, agregaría que por motivos familiares puede ser un orgullo realizar la misma tarea que los antepasados.
Nuestra cultura tan neurótica difícilmente haga hincapié en estos estímulos inmateriales.
Por ejemplo, los maestros reciben fuertes suministros narcisísticos cuando se constituyen en una imagen de autoridad para sus pequeños alumnos, que no paran de expresarle admiración y que lo miran hasta con cierta veneración.
Los policías suelen sentirse muy poderosos porque están autorizados a portar armas y se les toleran algunos excesos que los enorgullecen cuando esto es parte de su anhelo.
Los médicos parecen mágicos salvadores, capaces de proezas científicas que dejan con la boca abierta a quienes no conocen la profesión.
¿Qué ocurre cuando estos vocacionales son remunerados abundantemente con dinero?
Difícilmente alguien esté dispuesto a reconocerlo pero su pasión por hacer lo que hace puede caer haciéndose añicos pues todo el idealismo con el que trabajaba apasionadamente, deja de existir cuando la sociedad se lo remunera abundantemente.
El dinero es muy necesario para vivir pero quien paga, compra, domina, y no es esto lo que los vocacionales desean.
(Este es el Artículo Nº 1.490)
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8 comentarios:
Desde luego; quien es vocacional de su trabajo querrá realizarlo de acuerdo a sus propios criterios, por lo tanto una paga excesivamente abundante puede hacerlo desviar su atención de la tarea. Quizás comience a enamorarse de su ingreso y a tener todo tipo de concesiones por mantenerlo elevado e incluso aumentarlo más.
Parte de la remuneración a un trabajo puede ser, para quien lo lleva a cabo, sentir que está sacrificándose por algo que lo trasciende. De esa manera una vida puede cobrar sentido, puede subir la autoestima y adquirir coherencia toda una forma de comportarse. Perder esa posibilidad sería como perder la identidad.
Sé que con sólo leer sus artículos no voy a curar mi pobreza patológica pero espero que me ayuden a comprenderme a mi misma. Además me interesan porque me cuestionan. No es fácil encontrar puntos de vista distintos, así que son bienvenidos.
Hay quienes opinan que en el mundo de hoy se valora a la gente por lo que tiene. Incluso algunos piensan que el valor del trabajo que se tiene, se mide por lo que uno gana.
Yo me siento poderosa cuando me visto de mujer policía.
Puras fantasías Lola, no quieras ver el recibo de sueldo.
Se puede llegar al prestigio social por muchos caminos diferentes, y el dinero puede habilitar prestigios o desmerecerlos. Por eso pienso que el planteo de Mieres es adecuado.
En el extremo opuesto a los vocacionales que sienten menospreciado su idealismo si la paga es excesiva, tenemos un pequeño grupo de personas en una situación bastante particular. Me refiero a algunos ricos que han hecho su fortuna en base a negociados turbios y que bien podrían dedicarse a disfrutar de su dinero. Sin embargo siguen trabajando, pero no por vocación. Lo hacen porque deben seguir visibles y ocupando lugares de poder, que son los que en cierto modo los protegen de convertirse en boleta a la primera de cambio.
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