Nuestra educación inicial se asegura de que abandonemos el chupete pero no se asegura de que abandonemos las ilusiones infantiles.
Cuando escuchamos decir que «La excepción confirma la regla (la norma)», damos por hecho que eso es verdadero... si nunca antes nos estimularon para reflexionar sobre la validez del sentido común.
Si es la «excepción» la que confirma la regla, entonces debemos suponer que la ausencia de «excepciones» anula la validez de cualquier regla.
Esta reflexión cuenta con un ejemplo muy importante, quizá el único por el que vale la pena hacer este razonamiento.
Efectivamente, si la regla es que todos moriremos algún día, nos ponemos a buscar la excepción que la confirme y al no encontrarla, entonces podemos suponer que la mortalidad no es una regla.
En otras palabras, la afirmación que hace el sentido común sobre la validez de las normas nos permite, disimuladamente, creer que podemos salvarnos de perder la vida.
Esta forma de analizar la afirmación «La excepción confirma la regla», es lógica pero como nos lleva a una conclusión disparatada (que alguien puede ser inmortal), entonces lo que no anda bien es la afirmación «La excepción confirma la regla».
Hay algo más del sentido común que funciona mal.
A los niños les permitimos que disfruten del chupete y de las fantasías en torno a los regalos que le caen del cielo en Noche Buena o en Día de Reyes.
Sin embargo aplicamos mucha energía para que algún día abandonen el chupete y nos despreocupamos de que se conviertan en adultos ingenuos, crédulos, fantasioso, voluntaristas, supersticiosos, capaces de creer en soluciones mágicas para resolver problemas tan concretos como es evitar la pobreza que genera no aceptar la realidad.
Ya sabemos que el chupete no alimenta pero aún creemos que los comerciantes hacen regalos como Papá Noel.
Nota: Obtengamos algún beneficio de nuestra inocencia infantil con este espectáculo de «magia».
(Este es el Artículo Nº 1.483)
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10 comentarios:
Me gustó mucho el espectáculo de magia; además de asombroso es muy romántico!
Viviendo se pierden de a poco las ilusiones infantiles. Pero nosotros nos hacemos trampa. Creamos ilusiones tan infantiles como las que teníamos, y les damos un formato adulto.
Algo me enseñaron de niño que no recuerdo y que me hizo mucho más desconfiado en ese entonces, de lo que soy ahora.
Obvio. Los comerciantes no hacen regalos como Papá Noel. Hacen regalos CON Papá Noel.
Muchas ilusiones infantiles se abandonan cuando uno se muda a vivir solo.
Otra excepción que vale la pena destacar es que todos envejecemos.
El chupete alimenta mi ilusión de estar siempre con mamá.
Todavía me pregunto cómo pudieron hacerme creer que ese chupete que amaba tanto, era tan sucio y feo como para ir a entregárselo a Ultratón.
Cuando la regla (o costumbre) está oculta porque pasa desapercibida, la excepción es lo que se hace visible.
A veces los docentes olvidan que nos educan para que podamos desenvolvernos con autonomía en el mundo real.
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