Que nuestra firma tenga valor de pago mediante las tarjetas de crédito, es un honor que estimula su uso.
Como somos insaciables consumidores de amor, reconocimiento, protección y admiración, podemos llegar a hacer cosas muy extrañas para obtener tales suministros.
Así como las patologías psíquicas más severas nos aportan visible información sobre la psiquis normal (precisamente porque son las exageraciones de la normalidad lo que las convierte en patológicas), también podemos aprender cosas interesantes observando a los niños.
Ellos son adorablemente ingenuos, trasparentes y nada reprimidos.
Ellos pueden mostrarse orgullosos, omnipotentes, vanidosos, inmodestos, engreídos, ... y así somos los adultos aunque tenemos que disimular porque de no hacerlo nos quedaríamos sin amigos.
En otro artículo (1) les comentaba que en los billetes de todo el mundo siempre aparecen una o dos firmas de gente muy importante.
¿Cuántos ciudadanos de su país pueden postularse para que su firma esté en los billetes que todo el mundo usa? Seguramente muy pocos. Se trata de un honor especial. Parecido al de ser el presidente de la nación.
El niño que todos llevamos dentro podría hacer cualquier cosa por acceder a ese logro... sin olvidarme que para otros sería algo totalmente superfluo porque sus búsquedas de suministros narcisísticos están en otros aspectos, como es tener hijos hermosos, comprar un buen televisor, que la madre siga demostrándole una preferencia clandestina ante los otros hermanos.
Como mencioné en otro artículo (2), los administradores de tarjetas de crédito (Visa, Master, Diners) estimulan el mayor uso de su «dinero plástico» porque eso les provee atractivas ganancias.
Ya han logrado que exhibirlas ante otros constituya un símbolo de estatus (jerarquía), pero la necesidad de firmar el comprobante de compra equivale a firmar billetes y le da un valor superlativo a algo tan personal como es la firma.
(1) Las cartas del Banco Central
(2) Tarjetas de crédito desinfectadas
Las tarjetas de crédito simulan ser dinero limpio
(Este es el Artículo Nº 1.499)
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9 comentarios:
Como ud dice, todos precisamos reconocimiento, sin embargo con frecuencia damos a entender que no nos importa lo que piensen los demás.
La firma es nuestro sello personal.
Si tenemos tarjetas significa que somos dignos de confianza, que se nos da crédito.
No entiendo por qué el uso del dinero plástico no se universaliza. Disminuirían mucho los hurtos y rapiñas.
Supongo que todos queremos ocupar el primer lugar, pero como primer lugar hay uno sólo, nos inventamos muchas formas de estar en la cima. Competimos en la familia, en el trabajo, en los centros de estudio, en los clubes deportivos, en la barra de amigos, etc. La enorme mayoría de nosotros no consigue primeros lugares, por eso me asombra el enorme grado de tolerancia a la frustración que tenemos. En ese sentido podríamos jactarnos de ser bastante ¨maduros¨.
No sé por qué siempre me piden la firma habitual.
Hay momentos en los que estampar la firma es algo muy emotivo. Nuestros mayores compromisos frente a la sociedad, siempre van acompañados de una firma.
Siempre quise copiarle a Artigas los firuletes de la firma pero me ha sido imposible.
Habría sido interesante conocerle la firma a Jesús.
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