Si sumamos la cantidad de historiadores y sumamos la cantidad de adivinos del futuro (con profecías confirmadas), observaremos que los primeros ganan por abrumadora mayoría.
Es un dato de la realidad. Nadie podrá negar lo que digo.
Sin embargo, aparecen algunos hechos que sí me contradicen.
Cada vez que ocurre algo interesante (un éxito deportivo, un tsunami o el abatimiento de dos grandes edificios de Nueva York), germinarán como hongos una cantidad de adivinos a posteriori que nos dirán por qué estos eventos llamativos, era obvio que ocurrirían.
Simultáneamente, hay quienes siguen instalándose en las orillas de los ríos que suelen desbordarse, reconstruyen sus casas abatidas por un desmoronamiento o permanecen en la ciudad de Los Ángeles, a pesar de que hace años que se anuncia lo que ellos llama The Big One (un sismo que no dejará piedra sin mover) (1).
Todos le tememos al futuro y a los cambios. Por eso tratamos de adivinarlo y evitarlos, respectivamente.
Quienes creen que lo que ocurrió era previsible, quedan convencidos de que hoy están ocurriendo cosas que anuncian con total claridad ciertas calamidades futuras.
Esas personas —totalmente normales desde el punto de vista de su salud mental—, tienen la certeza de que están rodeados de señales elocuentes, nítidas, inconfundibles, que sin embargo, no pueden captar, tener en cuenta o utilizar para evitarse eso que descubrirán cuando ya sea tarde.
El mismo funcionamiento mental nos lleva a suponer que esa sensación que nos surgió hoy en el dedo más pequeño del pie derecho, puede ser una señal de algo terrible. Entraremos más tarde a trabajar para que —cuanto antes— un médico (imagen) descarte un mal pronóstico irreversible.
Para esas personas, los noticieros y periódicos sensacionalistas son de consulta obligatoria y destinan mucha energía a cualquier tipo de prevención.
(1) Se puede ampliar este tema consultando Wikipedia sobre la Falla de San Andrés .
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14 comentarios:
Cómo se explica que por un lado queramos prever las calamidades y que al mismo tiempo sigamos construyendo nuestras casas, por ej, a orillas de ríos que se desbordan periódicamente?
Lo único que se encuentra de San
Andrés es sus cualidades como zona turística. En qué falló no sé.
Las personas que se preocupan por la sensación que les surgió en el dedo más pequeño del pie derecho, se llaman hipocondríacos.
Conocí un cura que estaba convencido de que Dios nos hablaba a través de señales. Cada cual las decodificaba a su antojo, y eso según él no estaba mal, porque era la forma particular que Dios tenía de comunicarse con cada uno de nosotros.
Nunca pude creer en eso, pero confiezo que a una parte mía le habría gustado.
Se me ocurre que The Big One debe ser San Andrés convertido en un enorme ángel, todo musculoso y con alas muy blancas que moverá todas las piedras de Los Ángeles para que las chicas admiren su fuerza y virilidad tan recia, al tiempo que sueñan con la ternura que les inspira sus alas.
No creo que las chicas vayan a admirarlo tanto. Los ángeles no tienen sexo.
Tener la certeza de que uno está rodeado de señales elocuentes y que no las puede decodificar es horrible, frustrante, genera impotencia.
No conviene creer en eso. Nuestro mundo nos permite tomar mano de creencias mucho más saludables. Por ej, podríamos adorar al Dios Baco.
Admito que puedo ser muy egoísta, pero confiezo que las únicas calamidades futuras que me aterran realmente son las que me sucederán a mí o a mis seres queridos.
Concuerdo con Lucía. De verdad me cuesta entender a las personas que se angustian por la matanza de ballenas (salvo que sean oceanógrafos o biólogos). Parecerían que ponen su angustia en las ballenas para no ponerlas en su persona o en las personas sobre las que pueden influir de manera más dramática. Creo que son grandes escapistas.
Lo que dicen Lucía y Tiago está bien. Agrego una cosa. Seguro que quienes se preocupan tanto por las ballenas no viven de su explotación.
Pero no vayan a pensar que soy un insensible. Yo desearía que no desapareciera ningún animalito del planeta, pero si me dan a elegir, no me siento lo suficientemente sensibilizado o comprometido como para formar parte de ningún movimiento verde.
Trago (como dice mi madre) todas las noticias que me llegan, pero estoy seguro de que sí me evito problemas que habría tenido con ignorancia.
La red se ha convertido en una gran salvadora. Los amigos son generosos y nos hacen saber todo el tiempo de qué tenemos que tener cuidado. No me dirá que esa colaboración es ociosa...
Hace años, una amiga de mi mamá se casó con un norteamericano y se fue a vivir prácticamente arriba de la Falla de San Andrés.
Mi madre lloró varios días, pero con el tiempo, se dio cuenta que quizá su amiga muriera antes de vieja que en un terremoto.
No había reparado en esto que usted dice, pero debo reconocer que tiene razón. No sé si agradecerle o no, porque me gustaba sentirme adivino del pasado.
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