Vamos a escuchar dos comentarios para ver qué nos sugieren:
Señor A: «A los pobres tenemos que ayudarlos. Nosotros, los que tenemos lo suficiente (y hasta un poco más), debemos ceder parte de nuestra fortuna para que ellos dignifiquen su existencia».
Señor B: «Los pobres son personas que nuestro sistema de organización (democracia, capitalismo, liberalismo) no puede aprovechar. Nuestro sistema es ineficiente para recibir lo que ellos pueden y deben aportar».
Atrevidamente afirmo que el Señor A es más popular que el Señor B.
Me atrevo un poco más: Si alguien defiende al Señor B, lo hace discretamente, en silencio, hasta con cierta sensación de clandestinidad y subversión.
La arrogancia que padecemos es nefasta para nuestra conveniencia.
Luchando contra el sentido común, alguien dijo «No puedo comprar mercadería barata porque soy demasiado pobre» (aludiendo indirectamente a que «lo barato, sale caro»).
Otro dijo: «Lo que no se paga con dinero se paga con neurosis» (aludiendo a lo mismo, pero sólo en el plano psicológico).
Continuemos nuestra crítica a las posiciones de los Señores A y B.
La sola popularidad con la que cuenta el Señor A, me hace desconfiar.
Razono así: Hace milenios que tratamos de repartirnos los bienes del planeta de una manera más equilibrada y hace milenios que fallamos estrepitosamente.
Con este razonamiento llego a la conclusión de que la postura del Señor A, ha demostrado que no sirve porque su popularidad proviene de que «siempre se pensó y se hizo así».
La antipatía que nos inspira la postura del Señor B, debería considerarse como un dato alentador.
Si nunca quisimos hacer lo que él propone, podríamos pensar que «siempre estuvimos equivocados por no pensar como él».
Sería honesto de nuestra parte, reconocer que hace milenios que desoímos su opinión, y deberíamos darle aunque sea una oportunidad.
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10 comentarios:
No veo por qué habría que avergonzarse de lo que afirma el señor B. La iglesia católica tercermundista opina de esa manera. Los partidos de izquierda también. No hay nada de novedoso en pensar que las personas que carecen de recursos económicos suficientes (para acotar el significado de la palabra pobre) pueden aportar de distintos modos, a la sociedad en la que viven. De hecho existe una frase que afirma: "nadie es tan pobre que no tenga nada para dar, ni nadie tan rico que no tenga algo para recibir".
La postura del Sr. A muestra sensibilidad, misericordia, ante el dolor ajeno. Su actitud no es la indiferencia, así como tampoco lo es para el Sr. B. Lo que le critico al Sr. A es que esconde un sentimiento de superioridad. Dice que a los pobres hay que auydarlos con lo que a los ricos les sobra. Si esa ayuda es contínua, estas personas -que nunca fueron sobreprotegidas- comenzarán a serlo y de ese modo su situación empeorará. Por otro lado, en lugar de lograr una dignificación de su existencia, se avivará su despercio hacia quienes se creen superiores porque ponen en evidencia que consiguen lo necesario para vivir ellos, y para darle a otro lo necesario para vivir.
Los pobres juntan toneladas de material reciclable, con lo cual realizan un trabajo útil para la socidad y para ellos mismos, ya que consiguen un dinero que les permite sobrvivir. Pero hay algo insólito (y es algo que se repite en todas las clases sociales) la enorme mayoría de ellos no cambiaría su trabajo por otro, y sin embargo quieren para sus hijos un trabajo mejor.
El comentario de Marta me dejó pensando y creo que ese deseo de los padres por algo mejor para sus hijos, oculta el miedo al cambio y a la pérdida que experimentan los padres. Ellos ya han recorrido un largo camino, lleno de obstáculos y esfuerzo para llegar a donde están. Prefieren soportar su situación (aunque saben que podría ser mejorable) antes que arriesgar la pérdida de lo que han logrado o exponerse a un cambio que podría fracazar o poner en evidencia sus propias dificultades. En cambio sus hijos tienen la vida por delante y pueden elegir desde el arranque otro camino.
La crítica que el señor B hace al sistema es real. Aún así se hacen esfuerzos para suplir esa carencia: cursos de alfabetización para adultos, ayudas económicas para el "arranque" que buscan suplir las que reciben los muchachos de clases medias-altas y altas de parte de sus padres, cursos de capacitación para la inserción laboral, asesoramiento a pequeños emprendimientos, democratización del acceso a la informática, y seguramente muchas otras cosas que se me escapan en este momento.
Que los pobres PUEDEN y DEBEN aportar, no me cabe la menor duda.
El problema es CÓMO.
Me enardecen los hombres y mujeres jóvenes y sanos, que eligen exponer al frío y a la inactividad a sus hijos pequeños porque saben que generando lástima, mendigando, obtienen mejores ingresos que yendo a trabajar.
A mí me pasa lo mismo que a Canducha, pero hay un elemento que deberíamos tener en cuenta: si obtienen más dinero mendigando que trabajando puede ser porque: no tienen hábitos de trabajo (cosa que no es culpa de ellos), no tienen la formación necesaria como para conseguir trabajo, son explotadores por vocación (y de esos hay en todas las clases sociales), tienen antecedentes penales, poseen discapacidades y no tienen una familia que los sostenga en un proceso de rehabilitación, son enfermos para los cuales todavía no se conoce una cura, les falta inteligencia (cosa que pasa en todas las clases sociales), creen que la sociedad les debe algo, o les quitó algo (y en eso depende del punto de vista que se mire; personalmente creo que tienen parte de razón pero no le dan a la mala suerte el peso que deberían darle).
No le dedicamos demasiado tiempo ni nos preocupan demasiado los temas que nos tocan sólo en forma tangencial.
Pero a los póliticos estos problemas les tocan en forma directa. Ellos tienen que demostrar eficacia en resolverlos si quieren continuar con su carrera política. Parece que igual pueden atornillarse a la silla, aunque obtengan magros resultados. Igual los seguimos votando. No podemos culpabilizarlos demasiado, ellos también tienen sus límites. Lo que no se entiende es que sigamos votando siempre a los mismos, en lugar de darle la oportunidad a otros. O pensaremos que son todos mas o menos iguales? En verdad, me inclino por esto último.
Deberíamos cambiar el sistema capitalita por otro que nos permita distribuir la riqueza, la educación y la salud, de una manera más eficiente.
Aún no estamos preparados para hacerlo sin represión, suspensión de libertades, violencia. Y si bien los resultados obtenidos (a este altísimo costo) son importantes, los percibimos como mínimos porque quienes viven en un régimen socialista y no conocen o no participaron directamente en su gestación, miran deslumbrados los espejitos de colores de las sociedades capitalistas. Tienen todo para ser felices y no lo aprovechan. Y lo que es peor, aceptan con naturalidad sus beneficios y se tapan ojos, oídos y boca, cuando se trata de hacer algo por sus compatriotas que han sido encarcelados y torturados sólo por pensar distinto, por ser homosexuales o por realizar un arte sospechoso de ser contrarevolucionario.
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