viernes, 19 de marzo de 2010

Ya no eres la misma persona

Reiteradas veces recurro a señalar la similitud que tenemos con el resto de la fauna porque la soberbia que padecemos (creernos la especie superior) puede ser una causa más de la pobreza patológica.

Por un lado, todo desconocimiento del entorno opera como un obstáculo para nuestra mejor adaptación a él. Es decir, si tenemos ideas erróneas sobre los demás seres vivos, los fenómenos climáticos, las características del suelo en que vivimos, es probable que nos agreguemos riesgos vitales.

De modo similar, la soberbia es un sentimiento que nos distorsiona la autopercepción. Nos vemos más fuertes, más independientes y en algún caso, invulnerables. Con esta actitud también agregamos riesgos vitales.

En el artículo titulado Yo sé por qué no me entiendes digo que nuestro lenguaje (escrito y hablado) equivale a los mensajes olorosos que se envían ciertas especies, particularmente cuando la hembra está en celo y utiliza ese medio para convocar a todos los machos de una vasta región.

Esa sustancia química (el olor) activa terminales nerviosas especializadas de la nariz de los machos que los pone en movimiento hacia la hembra emisora.

Dicho de otra forma: un agente excitante (olor), altera un sistema nervioso, a partir de lo cual se producen ciertas acciones concretas (ir al encuentro de la hembra en celo).

Es razonable postular que el libre albedrío (1) no existe porque todas nuestras acciones están determinadas por situaciones predisponentes (conformación del cerebro de cada ser humano) que reaccionan cuando son excitadas por estímulos desencadenantes de acciones concretas.

En los humanos esos estímulos desencadenantes pueden ser una señal de alarma (un cartel, una tormenta, un grito), o las palabras que oímos o leemos y que cambian la conformación de nuestro cerebro tanto como el olor cambia la de otros animales.

Si leyó hasta acá, su cerebro cambió.

(1) ¿Qué libertad? , Soy libre de hacer lo que deba, Lexotán con papas fritas, Cállate que estoy hablando; Lo que la naturaleza no da, nadie lo presta; El enfermo acusado; El ensañamiento justiciero

11 comentarios:

Sharon dijo...

Sería por eso que los monjes en la Edad Media no permitían que el saber se difundiera por otros estamentos sociales.

Santiago dijo...

El conocimiento es un instrumento de poder porque determina nuestros actos.
Un "lavado de cerebro" puede llegar a provocar que "libremente" optemos por terminar con nuestra vida.

CHECHU dijo...

NO CAMBIO MI CEREBRO

Martina dijo...

Lo que dice Chechu no tiene sentido, el cerebro cambia, y eso no es elección nuestra.

Norton dijo...

El cartel de PARE no llegó a provocar ninguna respuesta en mi cerebro porque estaba tapado por la rama de un árbol. Y así me fue.

Yolanda dijo...

No es lo mismo el libre albedrío que la libertad. Antes los tomaba como sinónimos. Ud cambió mi cerebro.

Daniel dijo...

En la corteza cerebral están los cambios más recientes de la especie humana. Todos cooperamos en los cambios del cerebro de nuestra especie.

la madre de Martín dijo...

Por el motivo que ud expone es que las madres le tememos a las malas juntas.
Y pienso que ud es una mala junta para mi hijo. Aunque sea una junta virtual. Para decírselo más claro: maldigo el día en que mi hijo comenzó a leer sus blogs.

Rosana dijo...

Todas las palabras que vienen de las personas con las que tratamos actúan en nuestro cerebro. Estoy de acuerdo con ud.

Antonio dijo...

Desde que me separé de la madre de mis hijos, ella no ha hecho más que hablarles mal de mí. Ha logrado que ellos no quieran verme.

Dalmira dijo...

¡Qué forma rara de comunicarte con los lectores que tienes!

A veces pienso que eres un atrevido, otras que eres temerario, valiente, inconsciente, seguro de tí mismo, no sé.

A veces creo lo que dices, pero otras no.