La vida siempre nos impulsa a buscar.
Algo dentro de nosotros nos hace anhelar, averiguar, solicitar, investigar.
Esos impulsos que nos mueven, que nos inquietan permanentemente, podemos agruparlos en dos categorías.
1º) Los imprescindibles. Son aquellos que si no los conseguimos, nos morimos (comida, abrigo, salud). Acá están las necesidades.
2º) Los prescindibles. Son todos los demás anhelos, intereses, aspiraciones. La frustración de estas demandas no es mortífera. A este grupo los llamamos deseos.
La percepción subjetiva puede ser más confusa.
Existen deseos que se nos presentan como imprescindibles para seguir viviendo.
Alguien podría decir por ejemplo: «Si no me caso con Penélope Cruz, me muero».
Sabemos que esto no es verdadero aunque quien lo desea esté convencido de que «no puede vivir sin ella».
Una anoréxica podría pensar que se puede vivir sin ingerir las calorías suficientes, porque imagina que la necesidad de comer es controlable.
Como vemos, no es fácil discernir cuando tenemos una necesidad y cuando tenemos un deseo, porque la percepción subjetiva de ambos no es tan clara.
El dinero participa intensamente en esta confusión.
Por tratarse de un instrumento económico que puede satisfacer tanto necesidades como deseos, nos cuesta discernir cuánto precisamos.
De modo similar, para vivir debemos conseguir la cantidad de dinero necesaria y mejora nuestra calidad de vida en la medida que podemos conseguir también la cantidad de dinero deseada.
Por lo mismo que digo más arriba, si no conseguimos la cantidad de dinero necesaria, nos costará la vida (en tanto no podamos adquirir lo necesario para vivir) y si no conseguimos la cantidad de dinero deseada, perderemos calidad de vida, pero no la vida misma.
En suma: conseguir el dinero necesario es vital pero el deseado no.
Más aún: las necesidades pueden saciarse pero los deseos no.
Nota: la imagen es de Penélope Cruz con Javier Bardem.
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13 comentarios:
No me conforma tener solo el
NECESARIO.
Capaz que nos morimos porque acumulamos demasiados deseos insatisfechos.
Nunca me pregunté cuánto desearía ganar por mes. Estoy segura de que ese deseo cambiaría cuantitativamente todos los meses.
A mí me alcanza con discernir bien la harina!
Si no conseguimos la cantidad de dinero necesaria nos cuesta la vida, y si la conseguimos también. Los secuestradores no tienen piedad.
Los deseos que se convierten en necesidades se esconden disfrazados en el inconsciente.
Todos deberíamos aprender a acceder al Nirvana, para acallar el grito perpetuo del deseo.
Las necesidades siempre están despiertas, pero los deseos con frecuencia se tiran a dormir.
Hay que aprender a no desear imposibles.
Para mí es fácil discernir: el dinero que se gasta en necesidades es el que uso yo; el que se gasta en deseos, el resto de la familia.
Mi vida perdió tanta calidad que ni siquiera encuentro un alma podrida que se pueda reencarnar en ella.
Entonces es inútil desear?
Es cierto: mi necesidad de tomar alcohol en algún momento se detiene porque ya no puedo levantar ni la copa, ni el vaso ni la botella. Ni yo.
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