martes, 12 de julio de 2011

El miedo temible

El miedo es sano, virtuoso, imprescindible, pero somos ciudadanos más sumisos si nos avergonzamos de él. Cualquier tonto nos gobierna si nos trata de cobardes.

Quien nos salve la vida (un bombero nos rescata de un incendio, un cirujano extirpa un tumor mortífero, una anciana nos mueve del lugar donde un segundo después cae imprevisiblemente un piano) se constituye necesariamente es un héroe para nosotros, quizá generamos ante él una gratitud infinita, lo amaremos.

El instinto de conservación es nuestro héroe que se merece todo nuestra gratitud y amor, pero pasa tan desapercibido que ya ni lo tenemos en cuenta.

En la hipótesis de que somos una unidad indivisible, que no es real la dualidad cartesiana mente-cuerpo, es posible suponer que el instinto de conservación forma parte de las miles de funciones orgánicas que permiten nuestra supervivencia.

Identificamos con gran claridad el miedo. Esa sensación que nos hace tomar precauciones, evitar riesgos, tomar distancia de algunas situaciones, buscar protección.

Nuestro héroe de bajo perfil (el instinto de conservación) se comunica con nosotros, nos hace tomar decisiones, infundiéndonos temor, miedo, susto, pánico, desesperación, terror.

La cultura hace algo bastante perverso con nuestro instinto de conservación aprovechándose quizá de su falta de (merecida) soberbia: se burla del miedo, inventó el adjetivo «cobarde» para descalificar a quien obedece al miedo (en defensa propia), aplaude, admira y elogia a quienes cometen actos de locura temeraria, crédulos en su inmortalidad y omnipotencia, irresponsables de su autoconservación.

De todos modos está bastante difundida la idea de que valiente es quien sabe controlar su miedo mientras que no es valiente aquel que simplemente lo ignora por necedad.

En suma: En el afán de convertirnos en súbditos gobernables con poco esfuerzo, fuimos adiestrados para sufrir cuando somos criticados por dejar ver a nuestro verdadero salvador: el miedo.

●●●

14 comentarios:

Lola dijo...

Qué lindos los muchachos en la barrera! Parecen chiquilines!

Ma. Eugenia dijo...

Será que los conservadores tienen un instinto de conservación híper desarrollado?

Amelia dijo...

Yo me casé con el bombero que me salvó cuando se incendió mi casa. Entre nosotros siempre hubo fuego.

Elbio dijo...

En sustitución del miedo pusimos a Dios.

Norton dijo...

Mis enemigos dicen que soy cobarde. Mis amigos elogian mi prudencia.

Filisbino dijo...

Si el instinto de conservación carece de soberbia, eso ya me alcanza para respetarlo.

Graciana dijo...

Controlar el miedo no es nada fácil. Cuando tengo miedo, estar junto a alguien que me quiera, ayuda.

Hébert dijo...

Con frecuencia el instinto de conservación nos hace tomar decisiones antipáticas, políticamente incorrectas, hasta avergonzantes, diría. Esto después nos trae problemas para mirarnos al espejo. Es complicado.

Evaristo dijo...

Me pregunto si compramos armas por instinto de conservación o por instinto de muerte.

Macarena dijo...

Tengo miedo... por eso soy virtuosa...

Marcia dijo...

Lola, SON CHIQUILINES, ubicate, haceme el favor!

Sandra39 dijo...

Muchas veces elogiamos a los que vencen el miedo, sólo porque sus actos temerarios nos benefician, ya sea porque salen en nuestra defensa o porque ocupan el lugar que nosotros no queremos ocupar. Esta conducta la tenemos, por ej., con los soldados.

Ernesto dijo...

Pero el miedo también nos puede llevar a aceptar la opresión. Nos puede hacer pagar un precio demasiado alto.

Marta dijo...

Para manejar el miedo es útil acercarse a un grupo, aún cuando las causas de nuestro miedo sean muy íntimas. Ese es uno de los motivos por los que tener amigos, ayuda tanto a vivir.