domingo, 9 de septiembre de 2012

Las deudas impagables





El agradecimiento puede ser un pretexto para reforzar el vínculo con alguien, quien de otra manera, no nos tendría en cuenta.

En otro artículo (1) les comentaba que, para cierta forma de razonar, quien no cobra por su tarea puede estar asignándole un valor tan elevado que no sería posible pagarla con dinero.

Sin embargo, este razonamiento suele no incluir un total desinterés por la deuda que el beneficiado habría generado con el benefactor. Lo expreso de otra forma:

Si un amigo me ayuda a construir mi casa y cuando esta está terminada le pregunto cuánto le debo por su tarea, pero él me contesta que no le debo nada sino que estuvo trabajando gratis para hacerme un favor, lo que realmente ocurre es que, si bien no habré de pagarle para no contrariarlo, quedaré «eternamente agradecido», es decir, tendré la sensación de que estoy en deuda con él hasta que pueda pagarle aquel trabajo de alguna manera.

Lo vemos muy a menudo en algunas películas en las que alguien se esfuerza por favorecer insistentemente a otro porque este le salvó la vida cuando fueron compañeros en una trinchera o en cualquier otra contigencia.

Si un vecino me salva la vida avisándole a los bomberos que mi casa se está incendiando mientras duermo, ¿cuánto debería pagarle?

El agradecimiento es un afecto muy placentero para ambas partes. Muchas veces nos encontramos con gente que necesita agradecer las cosas más insólitas, como que todavía está con vida, o que su familia está bien, o que el policía le contestó el saludo.

Este afán reforzado de andar agradeciendo constituye una buena característica para contraer deudas en favores, es decir, exponerse a peligros que otros notoriamente nos podrán evitar. Así se estrecha un vínculo de amor entre el supuesto «salvador» y el «salvado».


Otras menciones del concepto «agradecimiento»:

El sonido «gr» para conjurar una amenaza imaginaria

 
(Este es el Artículo Nº 1.665)

14 comentarios:

Lautaro dijo...

El agradecimiento genera vínculo. Puede incluso convertirse en una estrategia inconsciente (o consciente, eso se ve mucho en la política) para generar vínculos.

Marta dijo...

Me parece que es muy positivo agradecer, pero como dice Fernando, sirve tener en cuenta qué estamos buscando cuando generamos situaciones de agradecimiento. Podemos, en casos extremos, generar dependecia, doblegar al otro, influir sobre él. Y todo con total impunidad, sin darnos cuenta, ofendiéndonos si no valoran nuestros gestos.

Daniel dijo...

Esto que dice Marta me hace acordar al tema de los regalos, tan tratado por Mieres. El regalo funciona en forma similar al agradecimiento, genera cierta deuda.

Gerónimo dijo...

La diferencia entre el regalo y el agradecimiento está en que el primero .... pahhh! no encuentro ninguna diferencia!!!

Ingrid dijo...

Sí hay una diferencia Gerónimo. El regalo tiene un precio. Los actos por los que nos sentimos agradecidos no. Por eso son mucho más peligrosas esas situaciones de agradecimiento en las que: ¨te debo una¨, ¨jamás podré pagarte lo que hiciste por mí¨, ¨me salvaste la vida, estaré eternamente agradecido¨.

Norton dijo...

La parte peligrosa del agradecimiento que menciona Ingrid, creo que va por el lado de que el agradecido puede caer en una situación de subordinación frente a quien ha hecho tanto por él.

Gabriela dijo...

Lo bueno sería que el salvador y el salvado pudieran intercambiar roles. O sea, que a veces el salvado pueda convertirse en salvador. Porque si la situación se cristaliza, caemos en una situación de dependencia y también de abuso ante el salvador.

Ernesto dijo...

Ahora que se habla de salvador, pienso en el Salvador, Jesús. Ahí está clara la situación de subordinación, más allá de que se repita incansablemente que nos ha sido dado el libre albedrío. Como yo no creo en el libre albedrío, considero que el Salvador es una creación cultural de sometimiento, con el buen fin de conservar el orden y la gobernabilidad. Y con el mal fin de dejar las cosas como están: que lo injusto siga siendo injusto, que aceptemos las desgracias con resignación, que no nos revelemos, que abandonemos el razocinio.

Elena dijo...

Exponerse a peligros que otros nos podrán evitar (como dice en el último párrafo), es un tema interesante vinculado al agradecimiento. Cuando se contraen deudas por agradecimiento, el que se siente bárbaro porque le reconocen su valía como persona de bien, o sea el dador de favores, se podrá ver expuesto a situaciones complicadas. Como no quiere perder un rol que lo gratifica, puede llegar a sentir que él también ha contraído una deuda y que deberá de ahora en más acudir a la salvación del agradecido, como si fuera un superhéroe. El tema es que nadie es superhéroe. Entonces de la idealización hacia el benefactor se puede pasar al desprecio con total injusticia, sólo porque el benefactor nos falló una vez.

Roque dijo...

Lo que plantea Elena se ve a menudo en la relación entre padres e hijos. El ¨me fallaste¨, aparece a menudo de ambos lados. La tolerancia a veces es cero.

Evangelina dijo...

Veo en todos una visión catastrófica del agradecimiento. Discrepo ampliamente. Agradecer es ser capaz de ver lo bueno. Tanto en el que da cosas buenas, como en las que nos han sido dadas por Dios: la vida, el pan, la belleza. Muchas personas se centran en el dolor y dejan de ver toda la belleza que nos rodea. La belleza de un gesto, de un atardecer, de una madre acunando a su niño. Por eso pienso que se flecharon demasiado para un lado, para el lado rebuscado y retorcido de las interpretaciones psicoanalíticas, las interpretaciones de las cosas simples.
El día que deje de sentirme agradecida por ser capaz de dar y recibir amor, será un indicador de que mi vida va muy mal. Lo tendré siempre en cuenta.

Tiago dijo...

Buscamos vínculos con personas que nos dan bolilla y con otras que no nos la dan. Cuando pasa esto último forzamos situaciones, y eso puede salir mal.

Mariana dijo...

Así como algunas personas necesitan agradecer las cosas más insólitas, otras necesitan pedir perdón por cosas insólitas.
De niña una vez me corrieron unos perros a los que no conocía porque me les acerqué demasiado a causa de la imprudencia propia del desconocimiento. Mientras me corrían yo intentaba correr más que ellos, y deseperada les gritaba ¨perdón! perdón!¨. A mis padres les causó susto y gracia. Creo que los perros no entendieron mis disculpas.

Natalia dijo...

Ahora es costumbre, cuando nos entregan el boleto en el bus, decir gracias. Antes recuerdo que no se decía. Ahora un 30% de las personas (a ojo de buen cubero), lo hacen. Me parece bien que se agradezca un servicio, más allá de que sea la obligación del conductor o del guarda expedirnos el boleto. Le pagan para eso y nosotros pagamos el transporte. Pero me parece que es una forma de decir ¨valoro tu trabajo¨.