Trabajar no depende de nuestra voluntad. Porque formamos parte de la Naturaleza, trabajar es inevitable.
Estamos acostumbrados a pensar que trabajar
consiste en levantarse temprano, vencer el deseo de quedarnos acostados un rato
más, refunfuñar porque no desearíamos bañarnos tan temprano, desayunar algo
porque tenemos hambre aunque nos gustaría hacerlo una o dos horas después,
vestirnos con una ropa inadecuada para pasar bien, salir de nuestra casa para
incorporarnos a un medio colectivo de transporte lleno de personas que están
padeciendo las mismas sensaciones de inoportunidad que nosotros, y todo lo
demás que usted conoce por experiencia.
Como vemos, nuestro destino parece incluir
inexorablemente el malestar, la frustración, la incomodidad, la abundancia de
razones para sentirnos molestos, tristes, frustrados.
Así lo vemos la mayoría de los humanos.
Sin embargo, no es esta la única manera de
interpretar estos datos de la realidad.
También podemos denominar «trabajo» a cualquier proceso de
cambio. Lo que hay entre una situación original A y una situación final B, es
trabajo, es decir, algún tipo de esfuerzo especializado en la transformación de
una situación en otra.
Cuando
concurrimos a nuestro lugar de trabajo luego de haber superado tantas molestias
como las indicadas más arriba, aplicaremos nuestra energía corporal, (muscular,
intelectual, artística), a modificar situaciones: materia prima en productos
terminados, problemas en soluciones, necesidades insatisfechas en satisfacción
de necesidades.
Este fenómeno
transformador tiene idénticas particularidades a lo que ocurre en toda la
naturaleza, incluido nuestro propio funcionamiento orgánico: digestión,
circulación sanguínea, metabolismo.
Me animaría
a proponer una generalización: la Naturaleza «trabaja» constantemente para
recomponer equilibrios que se pierden frecuentemente.
Ocurren
desequilibrios cuando gastamos nuestra energía y sentimos hambre, cuando
tenemos cansancio y sentimos sueño, cuando se acumula mucho vapor en el aire y
llueve.
En suma: No trabajamos porque queremos sino porque
trabajar es inevitable.
(Este es el Artículo Nº 1.775)
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12 comentarios:
Los animales y las plantas trabajan para subsistir. Nosotros, animales también, lo tuvimos que hacer siempre, de lo contrario no comíamos ni nos protegíamos de las inclemencias del tiempo, ni de nuestros depredadores. Trabajar es algo natural. No vale la pena amargarse. Trabajar es inevitable.
Nuestro cuerpo trabaja sólo, de manera involuntaria, todo el tiempo con el fin de conservar la vida. Nada más claro que eso para entender que el trabajo forma parte de lo que somos.
la búsqueda del equilibrio es una constante del universo y de nosotros, seres humanos que formamos parte de ese universo.
La pérdida del equilibrio también es una constante. La pérdida del equilibrio es la muerte.
Enfermar es perder el equilibrio. Una catástrofe natural como un terremoto, también implica una pérdida de cierto equilibrio. Luego se arma un equilibrio nuevo. Ese es el cambio y en definitiva el trabajo.
Saber que el trabajo es inevitable no alcanza para que uno se sienta a gusto trabajando. Creo que el principio es sentirse bien uno.
Los que por algún motivo de salud o por la edad no pueden trabajar, muchas veces desean trabajar. Los que pueden hacerlo se quejan. Los humanos somos atacados por la disconformidad todo el tiempo.
Estar desconforme es inevitable porque tenemos imaginación y siempre es posible imaginar y desear más de lo que se tiene. Ese es el motor de la ambición, que cuando es descontrolada puede volverse en contra nuestra.
Cambiamos todo el tiempo y no nos damos cuenta del trabajo que hacemos. Que no nos demos cuenta no significa que esos cambios sean gratuitos. A veces nos benefician y otras nos perjudican. Lo cierto es que nunca resultan neutrales.
Las necesidades que no satisfacemos generan cambios en nosotros porque el no hacer también produce modificaciones. Igual que no decidir implica una decisión.
Cuando se acumula mucho vapor en el aire, el agua vuelve a ser agua, pero no volverá al mismo lugar de donde se evaporó.
Para que trabajar sea satisfactorio tiene que juntarse la vocación con el deseo de independencia.
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