Con el refrán «La gota de agua horada la piedra» estamos sugestionados con
que, para solucionar la injusticia distributiva, debemos resistir y tener
paciencia hasta morirnos.
En otro artículo y video (1)
les dejaba un comentario sobre esa cantidad enorme de obras literarias (después
convertidas en películas o no), en las que el héroe y triunfador es un
personaje pequeño, quizá un niño o un pobre, que logra vencer a un gigante,
quizá un delincuente, genio malévolo o rico.
El esquema tiene éxito en casi
todos los casos: el público compra, lee, disfruta, con las dificultades de
alguien muy parecido a nosotros, los lectores. Infaliblemente, en un final
agónico, dramático, electrizante, el bueno y débil vence al malo e invencible
contrincante, que durante toda la película estuvo amenazándonos a través de
nuestro representante, el pequeño héroe.
Lo que les comentaba en el
mencionado artículo es que, gracias a estas obras literarias o
cinematográficas, los pobres y débiles nos mantenemos tranquilos, cada uno por
su lado, disfrutando en solitario con estas fantasías, para que a ninguno se le
ocurra cuestionar demasiado la insólita y eterna desigualdad entre pobres y ricos.
Para perfeccionar este canto
coral de los menos favorecidos, el Papa, desde su trono casi celestial, también
dice acongojado: «¡Qué horrible, cómo sufren ustedes, los pobres. (Los ricos) deberíamos
hacer algo!».
En el video asociado a este artículo les comento algo similar.
Cuando sentimos el sabio refrán que dice: «La gota de agua horada la
piedra», nos sentimos plenos de sabiduría y a partir de este estado místico,
nos dedicamos a insistir, perseverar, reclamar, pedir, trabajar, declamar,
llorar, aguantar y todos los verbos similares, por tiempo indeterminado,
porque, como bien lo enuncia el referido refrán «Si una débil gota de agua
horada la piedra, ¡cuánto más podré yo, que soy más fuerte que una gota de
agua!»
Quizá, por tratarse de que ya estamos en el siglo 21, deberíamos
reformular el refrán, el que quedaría redactado así: «La gota de agua MOJA la
piedra».
(1) David
y Goliat
(Este es el Artículo Nº 2.141)
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