viernes, 22 de diciembre de 2006

Anorexia monetaria

El otro día tuve la suerte de juntar en mi apartamento de Montevideo a seis queridos colegas para departir unos whiskies etiqueta roja, con papitas fritas, longaniza, queso (colonia y parmesano), sándwiches, masitas y un té de marcela que tuve que agregar porque una de ellas venía gástricamente mal herida de varias reuniones similares.

Después de entrar en los temas más interesantes de nuestra profesión, como por ejemplo «quién anda con quién», «la que parece que se divorcia es», «¿se enteraron la última de...?» y demás temas científicos, se me ocurrió hacerles un test, incorporando a la reunión a la señora que me mantiene esta guarida como si fuera un hogar, cuyo currículum es tener varias décadas, 8 hijos (uno de ellos caucásico) y una capacidad de adaptación a las circunstancias asombrosa; yo diría que tiene neurosis cero.

Para realizar esta prueba psicológica arranqué en la mañana pidiendo en la Biblioteca de la Facultad un libro que estuviera muy usado, notoriamente maltratado, de esos que ya tendrían que haber mandado a encuadernar.

Sentados los ocho alrededor de una mesita ratona, les dije que se imaginaran muy hambrientos. Esta parte fue muy complicada porque ya estaban todos pipones y con la imaginación hecha jirones por el alcohol,... excepto doña Maruja que se la pasó yendo y viniendo y no probó una gota.

Después de que todos me confirmaron que ya estaban en trance con el tema hambre, les presenté sobre la mesita dos bizcochos idénticos (en Uruguay les llamamos pan-con-grasa o cuernitos), uno sobre el libro hipermanoseado y el otro sobre un billete de diez pesos.

La pregunta fue: ¿Cuál no comerían a pesar del hambre?

Científicamente quedó confirmado que nadie comería el bizcocho apoyado sobre el dinero, a pesar de que ambos «objetos de papel» lucían idénticamente usados. Hasta doña Maruja, sindicada como clínicamente no-neurótica, puso una carita de « ¡No lo comería ni loca!».

Como lo más importante en la ciencia no son las respuestas sino las preguntas, ahora te pregunto a ti lector/a:

  • ¿Habrías comido el pan-con-grasa apoyado sobre el dinero?
  • ¿Te es fácil cobrarle a tus pacientes?
  • ¿Tenés una actitud distendida cuando recibís su dinero?
  • ¿Lo contás en su presencia o te limitás a preguntarle si está justo?
  • ¿Pensás que los psicólogos tendríamos que tener superados los tabúes?

    ●●●

    reflex1@adinet.com.uy

dinero cobrar pagar honorario


1 comentario:

Anónimo dijo...

No sé si me estoy defendiendo, pero de lo que tu pones en el ejemplo pienso que los psicólogos no comemos un alimento que esté sobre la caca (la plata) pero sí comemos el que está sobre el conocimiento (el libro).
Gracias.