Aunque parezca insólito, fue una tía, (hermana
de mi mamá), quien me dio las primeras ideas sobre cómo es la sexualidad
adulta.
Yo tenía 8 años y ella me había sorprendido en
una especie de autoerotismo, me puse muy nervioso, comencé a llorar, ella me
abrazó, nos sentamos en un banco de mármol que había en el jardín de mi casa y,
cuando hube recobrado la tranquilidad, inició lo que fue para mí la
introducción a la sexualidad adulta.
Ella sabía mucho de hombres porque mi abuela,
mujer delgada, nerviosa, muy gritona y reprimida, se lo pasaba amonestándola
cuando mi tía llegaba de madrugada, siempre en un auto distinto, acompañada por
alguien también diferente, de quien se despedía como si ya estuvieran por
casarse.
Cuando terminé mi doctorado en prácticas
eróticas en la Universidad de la Vida, seguí pensando en la sabiduría de
aquella mujer, quien nunca más vi porque ingresó en una religión que
prácticamente secuestraban a las novicias.
Ella misma me hacía caricias de diferente
manera y me decía, paso a paso, qué sensaciones estaba teniendo en mi cuerpo.
En cierta ocasión, quizá no tenía ganas de
hablar sobre el tema de su especialidad, me dijo algo que aun recuerdo muy
bien, como podrán constatar cuando se los cuente.
Ella, como pensando en voz alta, dijo:
—
Guillermito, hay un antiguo refrán que dice: «Vale más malo conocido que bueno
por conocer», por lo tanto, si me prometes que no se los dirás a tu madre, debo
decirte que la sociedad en la que vivirás se guiará más por tu fama que por tus
auténticos valores. Preocúpate por conservar tu buen nombre que nunca te
faltará bienestar.
(Este es el Artículo Nº 1.770)
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12 comentarios:
De una forma u otra todos le destinamos energía a nuestra publicidad, a publicitar nuestra imagen. Demasiada para mi gusto, porque perdemos el placer de ser nosotros mismos, de sentirnos a gusto en nuestros zapatos.
Cuidamos todo el tiempo la imagen. En público nos comportamos distinto que estando a solas.
Desde chiquita me enseñaron que lo importante es ser y no parecer. Vivir ocupados de lo que le parecemos a los demás nos quita libertad. Nos creamos un personaje y al final somos eso: sólo personajes.
La religión que secuestra a las novicias podrá ser muy descabellada, pero no se puede negar que implica una forma de vivir con pasión. Porque además las novicias no son secuestradas. Ellas huyen o corren (como prefieran) hacia el claustro.
Yo no confío en los consejos de las tías. La mayoría de las tías son cómplices y se hacen llamar tías aunque no tengan vínculo consanguíneo.
La forma de despedirse cuando uno está por casarse es: ¨chau querido, me voy a dormir, mañana de mañana encargo las tarjetas y vos andá averigüando lo de los centros de mesa, mamá me dijo que tiene una amiga que los trae de China y parecen italianos... ah! le dije a Beatriz que venga conmigo a la primera prueba del vestido, vos decile a Carlos que en la confitería esa no compro ni loca... bueno amor, que duermas bien, pero no te olvides de los centros de mesa!¨.
Me hice de un nombre. Del nombre hice una marca. De la marca hice una fortuna.
Y aquí me ven, esperando a pegar el tarascón.
¿Qué tarascón? Por lo que decís ya te comiste la tajada entera.
Es bien raro que la tía de Guillermito se haya sentado a hablar de cuestiones carnales en un banco de mármol. ¿De mármol blanco? Más raro todavía.
Y digo yo... cuando le hacía caricias a Guillermito y le adivinaba las sensaciones... No,no. Definitivamente un banco de mármol no sirve para esas cosas.
El bienestar no depende de lo que la sociedad opine. Si nos vamos a guiar por lo que esa sociedad opina nos volvemos locos. No existe la sociedad. Existen las sociedades, los megagrupos y los grupúsculos. La sociedad no guía, impone. El bienestar no puede depender de lo que algún grupo imponga.
Es cierto que la sociedad se guía más por la fama que por los auténticos valores, pero no veo por qué ese tamaño error tiene que determinar nuestra forma de vivir.
El malo conocido vende libros, discos, pinturas, edificios, autos, esculturas, medicamentos, etc.
El bueno por conocer a veces tiene suerte y se convierte en bueno conocido.
Vale trabajar por ser bueno.
En cuanto a que te conozcan, no es tan importante. En realidad más importante es que te reconozcan. Y que te reconozcan específicamente un pequeño grupo de personas: tu madre, tu padre, tus hijos y uno o dos amigos.
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