Al estudiar hacemos un acto
de fe para confiar en que seremos útiles, capaces, serviciales y que la suerte
(Dios) nos ayudará.
En psicoanálisis creemos en la
existencia de algo que llamamos «inconsciente».
Yo no creo que Dios exista
porque nada de lo que puedo observar me aporta algún indicio de su existencia,
pero mi psiquis encuentra muchos fenómenos cuya explicación depende de que
exista ese tal «inconsciente».
En un esfuerzo por ser justo,
creer en el inconsciente es tan irracional como creer en Dios, y sin apartarme
de ese impulso justiciero, también puedo decir que ambas «piezas» imaginarias, (el «inconsciente» y Dios), permiten que nuestras
mentes funcionen mejor, disminuyendo el malestar de la incertidumbre, de la
falta de explicación, del vértigo que podemos sentir cuando algo que nos ocurre
se presenta de forma tan inexplicable que parece un fantasma terrorífico.
Creer en el inconsciente, en
Dios, o en cualquier otro existente
indemostrable, son prótesis para la mente que mejoran nuestra calidad de vida y
esta condición justifica tolerar la irracionalidad.
Jugando con ambos conceptos
imaginarios les propongo una hipótesis cuya veracidad es tan probable, o poco
probable, como la del inconsciente y la de Dios.
Cuando estudiamos para algún día
trabajar y ganar el dinero que nos permita tener una familia, lo que en
realidad hacemos es un ritual por el que nuestra mente gana la confianza
suficiente como para suponer que nuestra colaboración podrá llegar a ser tan
valiosa como para que otros, (clientes o empleadores), nos paguen por ella.
El núcleo de esta hipótesis es
lingüístico.
Los «estudios» nos dan esa confianza,
entre otros motivos, porque la expresión dice «es tu Dios».
Conclusión: Al estudiar hacemos
un acto de fe para confiar en que seremos útiles, capaces, serviciales y que la
suerte, (Dios), nos ayudará.
Otra
mención del concepto «es tu Dios»:
(Este es el Artículo Nº 1.783)
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10 comentarios:
Acabo de escuchar el videocomentario. Me pareció muy interesante su planteo. Ahora que lo pienso, es cierto, además de aprender, vamos a los centros de esutdios a buscar personas que se embarquen en la misma aventura que nosotros y docentes que nos den sensación de seguridad y oficien como modelos.
Antes, cuando el oficio se aprendía del padre o de un maestro, esa función continentadora estaba más contemplada aún.
Cuando Marcos menciona al padre, inmediatamente lo vinculé a Dios, Dios-padre. Muchos son los docentes que fallan, a mi juicio, en ese rol.
Desde el análisis linguístico (estudios: es-tu-dios), me parece un gran acierto su observación. Los estudios, efectivamente, serán como un dios protector que nos protegerá de todo mal. Y no olvidemos el tema del título. Llevarnos un papel sellado y firmado por el Director o el Decano, es como llevarse el certificado de entrada al Paraíso firmado por el mismo San Pedro.
Quizás muchos jóvenes sigan la misma profesión que sus padres para reafirmar esa sensación de protección.
El chiste de Quino alude al verdadero dios que parece mover al mundo: tener más que ser, poder más que obrar, consumir más que disfrutar.
¨Al estudiar hacemos un acto de fe¨, es así. Si no tuviéramos fe y esperanza (y si la sociedad y nuestra familia no nos obligaran), ¿cuántos de nosotros habríamos estudiado?. El tema es que en ese acto de fe nos confiamos demasiado. Por inexperiencia podemos llegar a pensar que todo se dará de forma mágica, en un contínuo sin mayores tropiezos: estudiaremos, iremos salvando exámenes, nos recibiremos y CONSEGUIREMOS TRABAJO.
Entre el diploma y la inclusión en una planilla de trabajo hay un salto enorme. Cuando percibimos la exsitencia de ese avismo se vuelve a producir un desequilibrio que nos asusta: de golpe los compañeros de estudio y los profesores desaparecen. Nos vemos de pie, en medio de una gran rotonda de la que se bifurcan calles para todos lados. Nos decidimos a transitar una, comenzamos a golpear puertas y resulta que nadie nos trata de manera paternal, incluso nos cierran la puerta antes de abrir la boca.
Para este momento de tránsito angustiante y azaroso, es bueno contar con algún adulto que te prevenga, te de una mano, te transmita seguridad. Es necesario que alguien ta haga saber que te está pasando algo normal, natural y esperable. Y que el futuro sigue existiendo.
¡Qué mal insturmentado tenemos ese ritual de iniciación al mercado laboral!
Llegar a sentir que nuestra colaboración puede llegar a ser valiosa y que nos paguen por ella, no se entiende así como así. La mayoría no venimos bien pertrechados en cuanto a seguridad y autoestima.
Cuando encontrás una labor en la que te sentís útil, da tanta satisfacción y alegría, que ya quedás con la mochila pronta como para seguir avanzando.
Nunca pensé en estudiar y trabajar para tener una familia. ¿Esa es la única opción?
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