En algunas personas funciona una estrategia
inconsciente por la que, cuando están económicamente mal, tratan de hacer cosas
para estar peor.
Según dicen, (y dejos en sus
manos decir si está de acuerdo o no), en las épocas de recesión economía,
cuando es más difícil conseguir trabajo, ganar dinero y atender
satisfactoriamente las necesidades básicas, aumentan la participación popular
en los juegos de azar (lotería, tómbola, quiniela, bingo).
«Azar», según el Diccionario de la Real Academia Española, significa nada
menos que «desgracia
imprevista».
Por lo
tanto, y siempre suponiendo que cuando andamos cortos de dinero tratamos de
mejorar nuestra economía participando en algún juego de azar, podríamos suponer
que cuando andamos mal procuramos estar peor.
Esta
conclusión es insólita, aunque no tanto.
La mayoría
de los humanos creen que tenemos libre
albedrío, quizá la misma mayoría también cree que
«querer es poder» y sería coherente que también pensara que «los humanos somos
hijos del rigor».
Con
esta trilogía intelectual, quienes ante la adversidad tratan de castigarse
(porque cuando tienen poco dinero participan en un «juego de desgracia
imprevista»), utilizan una lógica que podría describirse así:
«Si
tengo poco dinero es por mi culpa (libre
albedrío), es porque «quiero padecer la escasez» (querer es poder). Por lo
tanto necesito sufrir más (somos hijos del rigor) para que reaccione, para
recibir un estímulo que me saque de este estado, para ser castigado por mi
indolencia».
Este
razonamiento cuya actividad imagino en la cabeza de quienes cuando están mal
buscan estar peor, suena muy mal, rechina, es antipático, sería preferible
descalificarlo para no creer en su existencia.
Sin
embargo, ... sin embargo, quizá tenga algo de valioso.
Por
lo pronto, si usted pudo leer hasta este párrafo, algo habrá entendido que
podría cambiarle una estrategia tan adversa y dolorosa por otra menos costosa.
(Este es el Artículo Nº 1.785)
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8 comentarios:
Participo en los juegos de azar cuando ya doy todo por perdido. Confío en la suerte. Quien le dice que apostando un poquito se me de vuelta la situación.
Yo estoy de acuerdo con Mieres. Cuando jugamos sabemos que tenemos todas las de perder, y sí... es como si nos castigáramos, como si quisiéramos enfrentarnos a una frustración más.
Juego porque disfruto de la ilusión de ganar. Después cuando pierdo no me importa demasiado, mi premio fue ese ratito de ilusión.
La ilusión evoluciona: nace, se desarrolla, decae y muere. Ese es el destino de la ilusión.
Me parece que funciona mucho el ¨querer es poder¨. Si tengo muchas ganas de ganar imagino que por una acto de magia lo voy a lograr.
Sufrimos cuando perdemos en el juego, pero enseguida estamos pensando en la próxima jugada. Y como a veces ganamos algo, la esperanza se mantiene viva.
Lo cierto es que si no jugás, ahí no hay ninguna posibilidad de ganar. Por eso juego, para darle lugar a esa posibilidad.
Le doy mucho valor a lo que he ganado con mi esfuerzo, así que no lo arriesgo en el juego.
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