Es útil trabajar para que los personajes prestigiosos nos beneficien con su amistad, su atención, demostrando a otros su aprobación.
Para ganar el dinero necesario
para fundar y mantener una familia, hacen falta muchas habilidades, que no por
muchas hacen imposible el objetivo. Sin embargo, estos pequeños detalles cuando
son desatendidos pueden hacer la diferencia entre el éxito, el fracaso o esa
otra situación intermedia y tan popular que podríamos denominar «desempeño
mediocre».
Conocernos a nosotros mismos es una fuente confiable que nos orienta
para saber cómo piensan los demás, sin embargo los sistemas educativos carecen
de referencias para que cada alumno se conozca. Siempre termino pensando que
los gobernantes, seres humanos como todo el mundo, diseñan los programas
educativos con el inconfesable propósito de que los ciudadanos sean fácilmente
gobernables.
Si este prejuicio tuviera algo de razón, los planes de estudio que
forman ciudadanos débiles terminan haciendo más mal que bien, empezando para
los gobernantes que, si bien tendrán una tarea sencilla no podrán asociar su
nombre a una gestión generadora de bienestar y progreso social.
Un pequeño detalle que puede hacer la diferencia entre el éxito, el
fracaso o esa otra situación intermedia y tan popular que podríamos denominar
«desempeño mediocre», está asociada a un refrán que dice: «Dime con quién andas
y te diré quién eres».
Como gran parte de nuestro capital como trabajadores está vinculado a
cuánta credibilidad generemos en el resto de la gente (vecinos, conocidos,
amigos, familiares, clientes, empleadores), es útil reforzar nuestra
credibilidad mediante la estrategia de mostrarnos acompañados de personalidades
que ya cuentan con esa confianza.
Para beneficiarnos de ese reforzamiento de nuestra imagen es útil
trabajar para que los personajes prestigiosos nos beneficien con su amistad, su
atención, invitándonos a sus reuniones sociales, fotografiándose con nosotros,
demostrando a otros su aprobación.
(Este es el Artículo Nº 1.781)
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11 comentarios:
Lo que usted dice es cierto pero me choca bastante. Quizás me choca tanto porque yo lo he hecho, de manera no demasiado consciente, pero lo hice.
Lo que siento, desde mi escala de valores, es que el prestigio se lo tiene que ganar uno mismo por sus propias actitudes. La credibilidad en general nace de la honestidad. Si nuestros empleadores o nuestros amigos tienen la certeza de que somos confiables porque de a poco nos van conociendo, eso es lo que vale. De lo contrario perdemos el norte, empezamos a creer demasiado en las formas y poco en los contenidos. Prefiero apostar a la inteligencia del ser humano antes que a su estupidez. Considero que si alguien nos valora porque andamos como lazarillos atrás de personas prestigiosas, muchos nos verán como estúpidos.
Cuando te hacés amigo de alguien prestigioso sentís orgullo. Querrías gritar a los cuatro vientos ¨soy amiga de fulano¨.
Descubrí por experiencia propia que esa no es una forma eficaz de levantar la autoestima.
Para progresar es necesario creer en uno mismo, en las propias capacidades. Tener la dignidad necesaria como para no creerse menos que nadie. Acercarse a los personajes reconocidos es una forma de usarlos y de dar por supuesto que somos menos que ellos.
Basar nuestra conducta en un refrán que tiene poco de verdad, porque uno anda con todo tipo de personas ya que puede tener amistades muy diversas, me parece un error.
El ciudadano común detecta enseguida cuando hay un político que se acerca a otro más prestigioso para hacer carrera. A partir de ahí, estos trepadores son objeto de burla. Eso me da la pauta de que una conducta así no convence demasiado.
No me gustan las estrategias que implican utilizar a las personas.
Me gusta acercarme a personas talentosas, inteligentes y sensibles. Hay muchas, y por lo general son desconocidas. Esto no significa que los reconocidos no tengan esas características, por el contrario, en la mayoría de los casos las tienen. La diferncia está en que el azar los ha puesto en ese lugar. Hacer lobby es muy efectivo, pero mi orgullo o mis valores y mi orgullo, no me lo permiten demasiado. Igual lo hago, esa es la verdad. Pero lo siento como una claudicación.
NO CREO QUE CONOCERNOS A NOSOTROS MISMOS SEA UNA FUENTE CONFIABLE PARA SABER CÓMO PIENSAN LOS DEMÁS.
Estoy de acuerdo con Chechu, aunque no sería tan radical. En parte ayuda; no tanto para saber como piensan sino para ser más tolerantes.
El consejo de su artículo lo encuentro bastante vinculado al de vestirse de determinado modo para generar una imagen que nos beneficie. Cuidar la forma de vestirse con ese propósito, lo hacemos casi todos. Pero no deja de ser lamentable que vivamos en una sociedad tan tonta y prejuiciosa como para guiarse por eso.
El propósito de los gobernantes en cuanto a que los ciudadanos sean fácilmente gobernables es una realidad. Por lo que he leído se ha dado en todas las épocas. A mí se me hace difícil verlo cuando pienso en mis gobernantes, los de mi país y mi tiempo. Pero si veo la historia, me doy cuenta con mayor facilidad.
Los gobernantes tienen virtudes que no tenemos la mayoría de los ciudadanos: no se enojan cuando discuten, son muy buenos para transmitir sus ideas mediante la palabra, muestran ponderación y equilibrio en sus opiniones. NO SIEMPRE, ESO ROMPE LOS OJOS, pero un buen gobernante maneja esas habilidades.
Los ciudadanos comunes a veces vemos con admiración esas características, lo cual no está mal, aunque conviene tener en cuenta que en algunos casos pueden ser formas huecas, sólo convenientes a su imagen, formas de conducirse que quizás no utilicen en su vida cotidiana.
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