Mejoraríamos en calidad de vida si la cultura
reconociera el íntimo valor que tienen nuestros sueños nocturnos.
Todos estamos interesados en lo
que nos ocurre día a día. Lo pensamos, lo recordamos, lo comentamos.
Lo que más nos llama la atención
no siempre es lo más importante. Un presidente puede estar preocupado porque su
mascota se queja y el veterinario no sabe qué le duele o un modesto recolector
de residuos puede preguntarse seriamente por qué él tiene que hacer ese trabajo
que no le gusta mientras que otras personas, a quienes considera sus
semejantes, pueden disfrutar de tareas que los gratifican y los llenan de
orgullo.
Lo importante para cada uno es
algo que le concierne íntimamente, egoístamente, que lo preocupa como individuo
relativamente aislado del resto de los humanos.
En esta vida íntima ocupan un
rol muy importante los sueños.
Dejando de lado la lógica dura,
fría, racional, los sueños son «cosas que nos ocurren» realmente, son acontecimientos de nuestra existencia y tienen una importancia en
nuestras vidas que apenas podemos disimular porque acostumbramos descalificarlos...infructuosamente.
En el fondo, creemos que eso que soñamos ocurrió realmente y forma parte
de nuestra realidad.
Las vivencias que sentimos en un sueño necesitan ser descalificadas
porque de aceptarlas con mayor convicción se nos tornarían demasiado dudosas
esas otras contingencias que vivimos cuando estamos despiertos... o creemos
estarlo.
Pero la mascota del presidente sigue quejándose y los asuntos de
gobierno siguen postergándose inevitablemente.
A su vez los trabajadores se distraen, cometen errores, olvidos, ...,
los conductores desconocen señales de tránsito, el señor olvida apagar la
hornalla de su cocina, porque no pueden dejar de preguntarse «quién es ese
hombre de bigotes que los mira fijamente en un sueño recurrente».
Nuestra cultura nos ayudaría a vivir mejor si reconociera la importancia
de los sueños.
(Este es el Artículo Nº 1.794)
●●●
12 comentarios:
Sería lindo, sería un sueño, que pudiéramos hablar abiertamente de nuestros sueños con alguien, y sentirnos confiados.
TENGO DERECHO A MI INTIMIDAD
Estoy en un todo de acuerdo con lo que usted plantea en este artículo, y eso me pasa pocas veces.
Es insólito que le demos tan poca importancia a lo que soñamos. ¡Nos ayudaría tanto a entendernos!
No creo que les demos tan poca importancia, mas bien me parece que no queremos que los otros se metan a especular con nuestra intimidad.
No podría contarle lo que sueño a mi esposo. Se apresuraría a interpretar lo que él cree de mí. Proyectaría sus dudas, sus impresiones, sus miedos.
Tener una vida pública que te obligue a dejar a un lado tu vida privada tiene un alto costo.
Lo que soñamos es una evidencia más de nuestra particularidad única: somos individuos. No es nada fácil aceptar esa soledad.
Para que sirva de algo contar lo que se sueña, es necesario aprender y animarse a asociar libremente.
Los sueños que no se clarifican oscurecen nuestra vida.
Anoche soñé que me clavaban en el pecho algo así como un tridente pero en realidad tenía sólo dos puntas, sería un bidente... y precisaría un vidente para que me lo analizara.
Yo también sueño a menudo que me clavan algo en el pecho o al revés que yo se lo hago a otra persona. Cuando me lo hacen a mí, no sangro, no muero, no siento. Cuando yo se lo hago a otro, el sueño se corta antes de que se consume el acto.
Publicar un comentario