Cuando uno consulta al médico porque le «duele acá», muy probablemente tenga un deseo parecido al que tendría cualquiera de nosotros cuando el vecino hace ruidos molestos: contratar a Rambo o cualquier otro agente bélico influyente y agredirlo hasta que se mude, enmudezca o muera. Efectivamente, en nuestra fantasía el médico es un Rambo que posee armas maravillosas y que con ellas combatirá lo que nos provoca el padecimiento. La actitud que esperamos de un médico es bélica, drástica, violenta, radical, sin concesiones al enemigo, nada de andar con chiquitas: «Quiero que me saque esto ya». Imagino que mi cuerpo fue invadido por un agente absolutamente atrevido, desvergonzado, insolente, indigno de tenerle cualquier tipo de contemplación. Cuando estamos enfermos nos sentimos como un iraquí respecto a Estados Unidos y esa curiosa doctrina de la «guerra preventiva».
Pero cuando el dolor es psicológico la actitud es totalmente diferente. Me siento mal porque los otros no hacen lo que tienen que hacer. El enemigo está afuera y no adentro como cuando el dolor es somático. Ahí necesitaría alguien que juzgue a los demás, que los condene, los castigue y que me indemnicen como corresponde: reivindicando mi prestigio, que me pidan perdón públicamente, difundiendo que yo estaba en lo cierto.
Resumo: cuando me duele el cuerpo me siento invadido y pido que un mercenario venga y liquide al invasor pero cuando me duele el alma siento que la sociedad no me comprende. Ya habrán entendido que les estoy pidiendo que sean flexibles con mi propuesta, porque para simplificar tuve que «hablar en número redondos», haciendo descripciones genéricas y salteándome lo que correspondería a cualquier caso concreto. Pero me arriesgo porque «A buen entendedor, pocas palabras bastan».
De esta dicotomía se desprenden muchas consecuencias significativas; una de ellas es que no podemos tener los psicólogos y psicoanalistas la misma actitud ante nuestros pacientes que la que tiene un médico, porque ellos vienen a buscar cosas diferentes: del psicólogo esperan un juez defensor y del médico esperan a un guerrero. Ambos muy agresivos, muy eficaces: ¡sin duda! Pero con roles diferentes. A no confundirnos, porque como la medicina es más vieja que la psicología, muchos psicólogos procuran identificarse con ella y ahí se equivocan porque “su majestad el paciente” pide cosas muy distintas.
Sobre las muchas otras consecuencias significativas, hablaremos más adelante.
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(1) Personaje creado por David Morrell e interpretado en tres películas (1982-1985-1988) por Sylvester Stallone.
(2) Abogado con dotes detectivescas, protagonista de más de cincuenta novelas escritas por el norteamericano Erle Stanley Gardner (1989-1970).
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