Los seres humanos padecemos bastante cuando no tenemos bien ordenada la ideoteca y por eso adoramos el maniqueísmo. Por ejemplo, él le grita a ella, lleno de ira y con el rostro desencajado:
— ¿Me querés decir que hacen estas dos bombachas en el cajón de mis medias?
Confieso que si a mi me pasara que alguien que vive conmigo no tiene claro qué es una cosa y que es la otra, puedo pedir el divorcio de inmediato.
Quien sepa de seres humanos inevitablemente tiene que comprender y justificar la furia de este hombre. Psicoanalíticamente la raíz de esta reacción se hunde en lo más profundo de su ser y llega hasta aquella angustia infantil sobre si lo querían o no lo querían o si era hijo de su mamá o no. Como se puede apreciar, unas bombachas fuera de lugar pueden vincularse perfectamente con la más tierna infancia.
La historia de desencuentros entre judíos y católicos tiene siglos.
Los judíos en el Río de la Plata, son popularmente considerados amantes del dinero y de la riqueza. También son reconocidos como muy laboriosos, estudiosos y ahorrativos.
Entre los católicos es malo ser judío y viceversa.
No sería raro que existan tantos latinoamericanos pobres por la sencilla razón de que necesitan no ser judíos. Para ello, sin saberlo, inconcientemente, adhieren a la escasez de recursos materiales, son poco laboriosos, poco estudiosos y poco ahorrativos, todo lo cual conduce inexorablemente a la pobreza.
Propongo una hipótesis incuestionable: la pasión que despierta el fútbol podría dar lugar a que si los hinchas de un cuadro se identificaran por ser comilones, los hinchas del cuadro contrario estarían obligados a ser inapetentes.
Yo quisiera ser el portavoz de buenas noticias, pero me parece que si seguimos pensando que la pobreza es un problema económico y no psicológico, todo seguirá igual.
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