Los procedimientos para resolver los problemas son diseñados en la primera infancia. Desarrollarse es remplazar soluciones infantiles por soluciones adultas.
En la primer etapa de nuestra
existencia tenemos que buscar la manera de adaptarnos al entorno que nos tocó
en suerte, compuesto por la sociedad, el clima, la abundacia o escasez de
alimentos, a la situación política, a la guerra o a la paz reinantes, a cómo
nos tratará nuestra madre si hubiese preferido abortarnos pero alguien se lo
impidió.
Tenemos que resolver toda esa
cantidad de problemas cuando somos más ignorantes, más inexperientes,
emocionalmente más frágiles, físicamente más débiles y desde el punto de vista
económico, completamente pobres.
A pesar de todos estos
elementos en contra, encontramos soluciones, creencias, procedimientos,
estrategias.
No merece ningún tipo de
fundamentación asegurar que esas soluciones no podrían ser más inadecuadas,
precarias e ineficientes. Sin embargo son esas las mismas soluciones que
continúan funcionando, a veces, hasta la vejez más profunda.
Pero como no existe regla sin
excepción, la regla de utilizar las peores (precarias, primitivas, infantiles,
ineficientes) soluciones en forma vitalicia, también tiene excepciones.
Unas pocas personas logran
darse cuenta que la infancia que no se interrumpe en la adolescencia, es una
infalible fuente de problemas.
A veces esas felices
excepciones se generan después de haber pasado pruebas de vida muy duras
(guerra, enfermedades, accidentes, cataclismos).
Esta es otra condición
desafortunada que nos toca vivir: no solamente permanecemos con las soluciones
tomadas en el peor momento, sino que para abandonar esas «peores soluciones»
necesitamos haber constatado su ineficacia de la forma más dolorosa.
Esas excepciones suelen mejorar notoriamente su calidad de vida,
adquieren una filosofía realista que los capacita para realizar las maniobras
más ajustadas a la realidad, obteniendo así los mejores resultados.
Conclusión obvia: Desarrollarse es
remplazar soluciones infantiles por soluciones adultas.
(Este es el
Artículo Nº 1.717)
●●●
12 comentarios:
Hay una cosa que tenemos que pensar cuando estamos sufriendo: si no nos convertimos en cínicos, creceremos. Si el dolor no nos lleva a una amargura que desemboque en descreimiento, nos vamos convirtiendo en adultos que adoptarán estrategias de vida más eficientes para disfrutar la existencia.
Quizás porque no tengo auto y porque soy mujer, lo primero que asocio a maniobra es maniobras de parto. Cuando a una mujer se la ayuda a parir, se aplica una sabiduría milenaria. La mujer que está pariendo trae en su naturaleza un saber también milenario. Sin embargo, en este siglo XXI, la estructura médica se empecina en olvidar todo lo aprendido. Nos creemos que sabemos más que la naturaleza. Hemos inventado aparatos y estudios maravillosos que mejoran mucho las cosas, pero entre medio de todo eso, la mujer trae vida al mundo en medio de un seguimiento cuerpo a cuerpo durante los nueve meses de embarazo. Entonces parece que todo fuese mucho más complicado, doloroso y peligroso de lo que es. Esta realidad necesariamente tiene que afectar nuestro psiquismo. Creemos en el control a tal punto que pensamos que es posible evitar la enfermedad y la muerte. Pensamos que las precauciones son salvadoras. A tal punto creemos, que actuamos como niños, apelando a la negación y a la búsqueda permanente de un objeto acompañante que nos salve de todo peligro. Ese objeto acompañante puede ser la medicina, la policía, el profe de gimnasia, la cajita de medicamentos e incluso la nutricionista.
No estoy para nada de acuerdo con Edgardo. Siempre existieron rituales reaseguradores para todo. Negar las posibilidades de la ciencia es también inmaduro; es creerse que uno es súper-poderoso y se las arregla sólo con el instinto o la intuición. ¡Macanas!.
Las soluciones que aplicamos con éxito durante la infancia no nos van a servir para un cuerpo adulto. Lo que pasa es que insistimos porque somos conservadores. Tomamos como tabla de salvataje, lo que una vez nos dio resultado; no nos percatamos de que la situación, las circunstancias y nuestra etapa vital han cambiado.
Una diferencia fundamental entre la infancia y la adultez es que de niños teníamos protección externa; al menos los niños afortunados la teníamos. Al entrar en la etapa adulta dejamos de tenerla. Los niños que fueron desafortunados van a estar mejor preparados para encarar la nueva etapa, y probablemente su adolescencia pase muy rápido o no exista.
Si Marta tuviera razón, entonces esos niños desfavorecidos no se convertirían en delincuentes con tanta frecuencia.
No te olvides, Marta, que los delincuentes que hacen más daño, a más personas y con total inconsciencia o cabeza fría, fueron niños bien en su infancia.
Una solución infantil es no mirar lo que da miedo. El niño asustado esconde su cabeza en el cuerpo de su madre para no ver al payaso extravagante, al cabezudo en el carnaval, al vacunador cuando viene dispuesto a darle el pinchazo.
Los adultos, en lugar de esconder la cara en la falda de mamá, dejamos de ver lo que no queremos ver. Dejamos de oír lo que no queremos oír. No tocamos ni gustamos ni olemos, todo aquello que nos genera desconfianza. Pero lo que no vemos sigue estando y actúa mientras nosotros miramos para otro lado.
El comentario de Enrique me hizo acordar a algo bastante doloroso para mí. Sé que mi marido me engaña pero yo no quiero detenerme ni un instante a pensar en eso. Tendría que hablar con él porque eso me tiene mal, tendría que buscar una solución... porque quiero seguir junto a él, porque sé que me quiere; nos queremos.
Es la primera vez que me animo a plantear el tema, a planteármelo a mi misma.
Con respecto al comentario anterior, lo que puedo decir es que en ese tipo de asuntos lo mejor es hablar cuando uno está sereno. Es decir, después de hablar con uno mismo. Si se logra llegar a una solución que no lastime a ninguno de los dos, se puede seguir adelante con la pareja.
Algunas parejas adoptan la modalidad swinger. Optan por un intercambio de parejas a la luz y de alguna manera juntos. Otros hacen tríos, cuartetos o la orquesta que prefieran. Otros deciden mantener en la privacidad de cada uno los vínculos sexuales y/o amorosos que tengan con otras personas. Otros deciden separarse y volver a buscar una parja monógama.
Creo que el asunto está en abandonar esa idea infantil de que lo tenemos todo y podemos dar todo. Abandonar la idea falsa de que mamá es solo para mí.
Lo esperable es que al abandonar la niñez nuestro mundo vincular se amplíe. Sin embargo puede pasarnos al revés, nos podemos convertir en adultos que van de la casa al trabajo y pierden a los amigos, los primos, los tíos, los hermanos. Sencillamente los dejan de ver. Cuanto más solos nos quedemos, desenvolvernos en el mundo se nos hará más difícil. Las exigencias laborales, la necesidad de esparcimiento y de verdadero disfrute, se cubren con otros. En soledad es bastante más complicado, incluso es medio enloquecedor.
En la infancia la familia giraba alrededor nuestro. De adultos somos nosotros los que tenemos que crear nuestra red vincular. Nadie va a venir a buscarnos si no estamos disponibles.
Así como nuestro cuerpo crece y adquiere nuevas habilidades a través de la experiencia, lo natural sería que el cuerpo todo, cabeza incluida, desarrollara nuevas habilidades. No sé porque no sucede o sucede de forma tan precaria.
Los psicólogos han elaborado algunas teorías al respecto. A veces sirven.
Publicar un comentario