Nuestra mente está condicionada para rechazar todo
aquello que no pueda ser representado gráficamente como una figura simétrica.
En otro blog que administro,
utilicé estas imágenes acompañadas del siguiente texto:
«Enterarme de la verdad sobre Papa Noel y de que el corazón
anatómico no es tan simétrico como lo dibujamos, continúan siendo mis mayores
desilusiones» (1).
Nuestro cerebro piensa que existen tres puntos del cuerpo con máxima
importancia. De arriba hacia abajo, son: el cerebro, el corazón y los
genitales.
Toda noción de «centro» sugiere poder, perfección, ideal.
Si observamos el funcionamiento de una rueda, vemos que el centro no se
desplaza, está fijo. Esta constatación refuerza la importancia central del
corazón.
Por extensión, todas las imágenes de «centro» son relacionadas con el
corazón y, puesto que el amor en nuestras vidas es una fuerza que nos impulsa
hacia el centro de la existencia (“nuestra única misión”, conservar la especie
[2]), está simbolizado por este órgano.
Como vemos en la figura de la izquierda, el músculo cardíaco tiene una
forma muy irregular en tanto no posee ningún tipo de simetría. Es perfecto
desde el punto de vista funcional, pero no obedece a la imaginación
humana, la que está adaptada a nuestro aspecto exterior, especialmente por la
ubicación de los ojos, los brazos, las piernas, los senos, las orejas y un eje
central, también imaginario, marcado por la nariz, la boca, el cuello, el
ombligo y los genitales (vagina o pene).
Este aspecto exterior, único al que le encontramos valores estéticos
satisfactorios, nos lleva a pensar que lo bueno, lo sano y lo mejor, está en el
centro o equidistante del centro, mientras que lo que no respeta esta
geometría, es malo, enfermo y lo peor.
En suma: Las deformidades
económicas (pobres y ricos), son feas pero funcionalmente perfectas.
(Este es el
Artículo Nº 1.729)
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13 comentarios:
Me interesa saber en qué sentido dice usted que las deformidades económicas son funcionalmente perfectas.
La sociedad griega clásica nos dio grandes artistas, filósofos y científicos. Tenían multitud de esclavos que le permitían a un pequeño sector de la sociedad, dedicarse a esos menesteres. La democracia griega de esa época, no era el gobierno del pueblo, sino el de un pequeño grupo de intelectuales. Desde algún punto de vista podría decirse que esa sociedad era funcionalmente perfecta. Desde mi punto de vista era un horror. Claro, yo lo veo como ciudadana nacida en el siglo XX. Hoy a las mujeres se les permite trabajar, practicar deportes, votar. Como mujer siento que hoy estamos en una situación mucho más simétrica. Cierto que la realidad no es simétrica, en eso estamos de acuerdo. Pero no puedo aceptar las asimetrías injustas, por más funcionales que sean, -para un pequeño sector-. Si yo hubiera vivido en esa época, quizás habría sido esa mujer que se disfrazó de hombre para correr la maratón. Por eso a partir de ese momento los atletas empezaron a correr las maratones desnudos.
El dolor de los esclavos que incitaba al odio y a la rebeldía, la pérdida de todo respeto a la vida humana, el ánimo de poder que llevó al surgimiento del Imperio Romano, no fueron funcionalmente perfectas para la mayoría de la población.
Nuestro sentido de justicia tiene relación con nuestro cuerpo, con lo que vemos de nuestro cuerpo. ¿Es posible desoír al cuerpo, que nos grita su simetría?. Asociamos la belleza a la simetría y la belleza al amor y a la bondad. No quiero renunciar a esas asociaciones. Sería como renunciar a mi identidad.
Creo que a la mayoría de nosotros el interior de nuestro cuerpo nos resulta desagradable. Amamos lo que conocemos. No conocemos demasiado nuestras vísceras.
Por no conocer nuestras vísceras, resulta que también hacemos oídos sordos a sus llamados y a su funcionamiento. Si estuviéramos más atentos y nos sinceráramos frente a lo que sentimos en lo más profundo, avanzaríamos como seres humanos y como humanidad.
Se salteó la importancia del estómago. El estómago es muy importante porque muchos afectos se somatizan por ahí. Aunque igual tiene razón, los órganos que consideramos más importantes, los más vitales, son los que ud. mencionó, el cerebro, el corazón y los genitales.
El centro se imagina como un punto, alrededor del que todo gira. Cuando niños somos algo así como ese punto, sobre todo mientras somos muy pequeños. El poder de un niño pequeño reside en su debilidad.
Podríamos decir que el corazón señala el centro superior de nuestro cuerpo y los genitales el centro inferior. De pronto por eso hacemos esa falsa división entre lo corporal y lo espiritual o psíquico. A lo espiritual le corresponde el lugar superior y a los genitales el despreciable lugar inferior. Discrepo con esa visión de las cosas.
En el centro están las tripas, y las tripas hablan, sí señor.
Yo prefiero el ombligo a las tripas. Prefiero mirarme el ombligo a ver las tripas. Soy un hombre de ciudad.
A Hugo le hace falta psicoterapia.
Podemos pensar que todo lo que funciona es perfecto. Por algo funciona. De todos modos los humanos no nos contentamos con que las cosas funcionen. Queremos más. Tenemos ideas que nos hacen cambiar de rumbo de manera permanente. La desconformidad nos impulsa hacia adelante... o hacia atrás, pero nos impulsa.
Cuanta jente inteligente. Marcos le respondió a Sandra39 creo que sin querer.
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