La posibilidad económica de desechar lo que un semejante haya usado, potencia nuestras naturales tendencias al individualismo, egoísmo e intolerancia.
La eficacia de la industria,
alimentada tecnológicamente por la ciencia, ha logrado un progresivo aumento de
elementos desechables.
No solamente los objetos
pueden ser abandonados sino que muchos de ellos deben ser desechados.
Progresivamente más objetos están destinados a ser usados una sola vez.
Este fenómeno tiene fuerza acumulativa con algo que la
educación trata de evitar. Me refiero al egoísmo, la xenofobia (rechazo a los
extranjeros) y la misantropía (lo opuesto a filantropía).
Nos complace que las jeringuillas usadas para darnos un inyectable
no hayan sido usadas anteriormente ... porque ha calado muy hondo en nuestras
creencias el temor al contagio del SIDA.
Esta enfermedad vino a reforzar el temor que, desde tiempos
inmemoriales, estaba asociado al comercio sexual (enfermedades venéreas).
En los consultorios médicos las camillas donde nos
recostamos para una revisación cuentan con un rollo de papel que nos separa del
tapizado que podría estar contaminado por alguna célula de un consultante
anterior.
Estas experiencias refuerzan
el rechazo a los demás; no querríamos ser tocados por temor a una infección con
la tibieza maligna de los extraños.
Imagino la complacencia de
Maquiavelo, de quien recibimos su gran fórmula para gobernar: «Divide y reinarás».
En resumen: la tecnología que
permite el uso de objetos desechables, refuerza la receta para ser más
individualistas y gobernables.
Actualmente para muchas personas es aceptable que si un feto presenta
anomalías severas, se practique un aborto. Se trataría de una concepción que
puede convertirse en desechable, en caso de tener motivos (necesidades) de
orden superior.
No estamos lejos de que algo así ocurra con ciertas enfermedades cuya
curación no justifique los costos que demanda.
Desconocer estos hechos dificulta nuestra capacidad de adaptarnos
saludablemente.
(Este es el
Artículo Nº 1.731)
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8 comentarios:
Me parece que sí, que esas costumbres nuevas de usar y tirar cada vez más objetos, puede estar reforzando nuestras tendencias egoístas y la evitación del contacto humano.
Cuanto más aislados más gobernables, por supuesto. Cuanto más competitivos e individualistas, también.
Es linda la tibieza que queda en el asiento del colectivo, cuando en esas noches de invierno, alguno de los pasajeros lo desocupa.
Si se elige fertilizar varios óvulos y luego elegir el embrión más sano... ¿quién estará en contra?
No quiero ser tocada por temor al contagio de todo aquello que no puedo ver, no sé si está, no sé si es... pero me asusta.
La exigencia de virginidad a la mujer que iba a casarse, tenía que ver con que estuviera intocada.
Algunos dicen que en diciembre estarán llegando seres de luz que traerán amor a nuestro planeta.
Vayan comprando preservativos.
Cuando uno se encariña no tira.
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