La ciencia nos da esperanza de que algún día podremos estar seguros de la verdad y de todo riesgo.
Cuando alguien dice «estoy seguro», está
expresando dos ideas bien diferentes: 1) «Sé de lo que estoy hablando, lo que
digo es exactamente así, no tengo ninguna duda» y 2) «Estoy a salvo, no corro
riesgos, estoy totalmente protegido».
A partir de esta confusión, solemos tener las fantasías de que:
— «el saber nos salva»;
— «la verdad, no solamente existe sino que al poseerla terminan nuestros
temores a los peligros»;
— «conocer la verdad es cuestión de vida o muerte».
Quienes están poseídos por esta confusión derivada de una ambigüedad
lingüística (confusión entre certeza y seguridad), es probable que se dediquen
a estudiar alguna ciencia así como es probable que huyan de cualquier
disciplina intelectual que prescinda de esa búsqueda afanosa de «la verdad».
Para ganar dinero con seguridad, tenemos más dificultades que para ganar
dinero estando atentos a una realidad cambiante y bastante imprevisible.
Efectivamente, a la certeza se la asocia con el razonamiento, las
comprobaciones objetivas, con el positivismo (creencia filosófica según la cual
el método científico es el único válido para conocer la realidad).
Sin embargo, no siempre es posible entender los fenómenos humanos
mediante la metodología experimental científica pues algunos fenómenos sociales
no pueden reproducirse artificialmente en un laboratorio y, en otros casos,
experimentar con seres vivos requiere de una crueldad que los derechos humanos
universales no permitirían.
Aunque el «sueño de la verdad propia» alienta a muchos humanos que
confían en que existe el conocimiento seguro que les dé seguridad completa
(ausencia de incertidumbre), no parece posible en los hechos.
Por el contrario sigue siendo más confiable (aunque no tan seguro como
anhelan quienes necesitan vivir sin correr riesgos), autoconocerse para
empatizar con quienes haremos negocios rentables.
(Este es el
Artículo Nº 1.719)
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10 comentarios:
Seguridad y certeza son dos palabras que se confunden, que se usan como sinónimos. Puedo sentirme seguro y no estar en lo cierto. De última, lo que en realidad nos importa, es sentirnos seguros.
Nada más incierto que la fe.
Y nada que brinde más seguridad.
Me alienta pensar que las verdades, las búsquedas, las ansiedades que tenemos hoy, no serán las mismas que tendremos mañana. Lo que hoy, como humanidad nos angustia, algún día dejará de angustiarnos; las angustias serán otras.
A mí me alcanzan, para vivir en paz, pequeñas certezas cotidianas. No me refiero a certezas pequeñas en el sentido de que sean poco importantes. Pequeñas porque son fugaces. La certeza es una sensación huidiza pero muy fuerte emocionalmente. Sentir la certeza de que alguien que está con nosotros en ese momento, nos quiere, es sincero, es confiable, aporta paz y alegría; aporta ganas de vivir.
Para empatizar con quienes hacemos negocios establecemos un vínculo que admite la competencia pero no implica lucha entre enemigos.
El sueño de la verdad propia es como el sueño de la casa propia. La sensación es que nunca va a llegar el día en que pagues la última cuota.
La incertidumbre y el misterio son como dos ramas de un mismo árbol. La primera de naranjas amargas y la segunda naranjas dulces.
Para estar muerto la primera condición es haber estado vivo. Apenas nos convertimos en un organismo vivo, comienza a pesar sobre nosotros la incertidumbre de la muerte. Puede llegar en cualquier momento y no sabemos cuando.
La única certeza es la muerte. Esa certeza la tendremos mientras estemos vivos.
Por lógica suponemos que la ciencia siempre continuará avanzando... pero ¿y si no es así? ¿si un día deja de avanzar? ¿si un día amanecemos descubiertos de todo?
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