Ser «dueño» de una mujer
es la máxima fortuna accesible solo para quienes no rechazan ser ricos.
Popularmente amamos a los
pobres, quizá para sentirnos dioses que protegemos a los más vulnerables y
criticamos a los ricos, quizá para sentirnos dioses que condenamos a quienes
permiten la existencia de los pobres.
Nuestros juicios de valor
siempre estarán al servicio de darnos el mayor placer posible. No juzgamos para
hacer justicia sino para acomodarnos en el lugar más prestigioso (dioses).
La justicia, (abstracta,
perfecta, ideal), no nos importa, excepto:
— cuando, como en los ejemplos
mencionados, podemos obtener el beneficio de sentirnos grandiosos ¡y sin mover
un dedo!; y también
— cuando nos puede servir para
defender nuestros intereses.
Efectivamente, tener bienes no
es una comodidad sino una pesada carga. La riqueza es cómoda vista desde
afuera, pero vista desde adentro implica un aumento de la responsabilidad en
proporción al patrimonio que debamos administrar: más patrimonio, más
responsabilidad.
Imitando a esos investigadores
policiales que descubren al asesino a partir de una pista casi imperceptible,
le comento algo que tiene que ver con lo ya mencionado y con la pobreza patológica.
Ese indicio pequeñísimo refiere a los botones de la ropa
femenina: están ubicados de tal forma que son fácilmente maniobrables por otras
personas. La vestimenta de la mujer está confeccionada para que sean otros
quienes la vistan y la desvistan.
Hasta la propia psiquis de ellas tiende a disfrutar más
cuando, en una relación erótica, es su compañero sexual quien la desviste.
Quizá los humanos queremos que el varón sea el dueño de la
mujer porque la vestimenta de ella parece un estuche cuyo cierre es más
accesible para quien la posea.
Ser «dueños» de una mujer es la máxima riqueza y solo es
posible para quienes no rehúsen ser ricos.
(Este es el Artículo Nº 1.796)
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10 comentarios:
Yo debo ser una excepción porque disfruto más siendo quien los desviste.
Por más fortuna que sea, no me parece afortunado creerse dueño de una mujer.
Más patrimonio implica más trabajadores que se hagan cargo de tus ideas.
De acuerdo con Lucía. Es más fácil llevar el control, ver que todo se haga bien, tomar las decisiones, que arremangarse para llevar a la práctica las ideas de otros, ideas que muchas veces no compartimos.
La riqueza material nada tiene que ver con ganarse el corazón de una mujer.
El corazón no, Gabriela, pero el interés sí.
Los ricos deben de sentirse también dioses, porque modelan el destino de los pobres.
Es completamente cierto que la justicia nos interesa cuando se trata de defender nuestros intereses. Sean los más loables o los más mezquinos.
Es completamente cierto que la justicia nos interesa cuando se trata de defender nuestros intereses. Sean los más loables o los más mezquinos.
Es completamente cierto que la justicia nos interesa cuando se trata de defender nuestros intereses. Sean los más loables o los más mezquinos.
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