Cuando un adulto exige al hijo que bese a quien le
da un regalo, realiza una educación de mal pronóstico.
Tengo el prejuicio según el cual
la naturaleza se equivoca menos que los seres humanos que intentan mejorarla.
Los animales ejercen la función
sexual con la misma naturalidad que comen, excretan o duermen.
Por algún motivo los humanos
erigimos un gran tabú con esa función tan necesaria para la conservación de la
especie.
Es casi seguro que la
constitución de actitudes represoras ante nuestra función sexual debería tener
alguna explicación cuya causa eficiente podamos encontrarla en las leyes
naturales de las que no podemos evadirnos.
Algo que me viene a la mente es
que cada vez que nos prohíben hacer algo, eso mismo es lo que deseamos hacer,
mientras que lo que nos obligan a aceptar porque no está en nuestra naturaleza,
es lo que trataremos de no hacer aplicando mucha energía, inventiva,
inescrupulosidad.
Junto con la prohibición del
incesto que se le impone a los niños sin darles explicaciones, se los obliga a
dar las gracias cada vez que reciben un obsequio.
El resultado de estas
imposiciones no puede ser otro que el opuesto a los que se buscan.
Efectivamente, los adultos que
fueron educados en la represión sexual quedan proclives a la promiscuidad, a
los excesos eróticos y hasta la violanción.
De modo similar, los adultos a
quienes se les impuso agradecer lo que no estaban dispuestos a agradecer, muy
probablemente desarrollen un cierto resentimiento hacia las transacciones pues
quedan asociadas a una violación de su dignidad.
En otras palabras, si a un niño
se lo obliga a dar un beso a quien le hace un regalo, muy probablemente se
sienta humillado, avasallado y hasta violado.
Claro que la debilidad transitoria
del pequeño dejará inadvertida tanta desconsideración (abuso).
(Este es el Artículo Nº 1.782)
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12 comentarios:
Imponerme ante los niños o los adolescentes, a mí no me ha dado resultado. Lo que he encontrado ha sido mayor resistencia. Lo que sí me ha dado resultado es manejarme como considero correcto. Y resulta que a veces me copian.
Tratar a los niños con la misma consideración que se trata a un amigo es enseñarles el respeto, porque es respetarlos a ellos.
Al niño le puede gustar el regalo pero no la persona que se lo regala, ¿por qué obligarlo a ser falso?
A ser falso no, pero hay que enseñarle a ser educado. A valorar al otro cuando le da algo.
Me parece que como humanos no podemos renunciar a mejorar la naturaleza. A no ser que sigamos aceptando el hecho de matarnos unos a otros.
Para los humanos la función sexual es natural; hacer el amor es algo mucho más refinado.
Es cierto que estamos llenos de represiones que nos perjudican, pero tienen una razón de ser. Habrá que buscar esa razón de ser y ver si sigue vigente.
Tendríamos que decirles a los niños que envíen una carta de agradecimiento a Papá Noel.
No sé si somos rebeldes por naturaleza o esa es una característica específicamente humana y en todo caso, de los animales en cautiverio.
¿No será que los humanos nos sentimos en cautiverio?
Con el tema de los límites no terminan de aclarárseme las dudas. Está claro que hay que ponerlos cuando el niño se pasa de vivo o cuando corre riesgo. ¿Y en los demás casos? En los demás casos habrá que pensar muy bien para qué los estamos educando, qué tipo de hombres y mujeres queremos formar.
¿Seremos los padres y los educadores los formadores de las futuras generaciones? ¿Hasta qué grado incidimos? ¿Hasta qué punto tenemos derecho? ¿Cuál es el peso de la sociedad y el tiempo histórico que les tocó vivir?
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