El apego a la espiritualidad y al idealismo intentan
disminuir el temor a ser depredados por nuestros semejantes.
Mi único libro de cabecera es
el Diccionario de la Real Academia Española.
No vayáis a pensar que creo en
él. Lo que ocurre es que solo quiero comunicarme con ustedes y ese libro me
hace pensar que si yo utilizo las palabras con un significado que podamos
compartir, las posibilidades de que nos entendamos serán mayores.
Que aumenten las posibilidades
de que nos entendamos no quiere decir que esto ocurra. Los seres humanos apenas
podemos entendernos porque, quien más quien menos, tiene en su interior un
orador provisto de unos equipos de amplificación tan ensordecedores que casi no
nos dejan oír lo que se nos dice de afuera.
La educación que tratamos de
recibir consiste fundamentalmente en ir bajándole el volumen a ese mega
espectáculo que ocurre en nuestra psiquis.
Los humanos tenemos más
confianza en nosotros que en los demás. Nosotros no pasamos de «comernos las uñas»
y algún otro producto orgánico autocultivado, pero los otros, esos que están
ahí afuera de mí, son capaces de matarme y devorarme.
Por este temor es que no quiero ser «rico». No ser «rico» es un elemento
más que usamos para disuadir a nuestros depredadores naturales (otros humanos).
Ser «rico» significa tanto ser deliciosos como dueños de una fortuna de
valor económico.
En este sentido es lógico deducir que el dinero o cualquier otro
elemento económicamente valioso, constituyen saborizantes, condimentos,
aderezos, adobos, salazones.
En nuestro temor por ser devorados (robados, esquilmados, estafados,
chantajeados, defraudados y demás «molestias» afines), establecemos como
recomendación cultural, abandonar el consumo de carnes, amar la dieta
vegetariana. No queremos ser ricos, no queremos ser comidos ni siquiera en las
tan difundidas y especiales circunstancias de La Tragedia de los Andes.
Algunas
menciones del concepto «La Tragedia de los Andes»:
(Este es el Artículo Nº 1.742)
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11 comentarios:
Me gustó mucho como está escrito este artículo. Arriba Doc!
La espiritualidad y el idealismo con la finalidad de no terminar depredándonos entre nosotros mismos. Sí, esa es la finalidad, la búsqueda de la paz.
Tantas precauciones les enseñamos a nuestros hijos, respecto de como deben conducirse con los extraños, que les enseñamos sin querer, que los demás son peligrosos. En especial los adultos. Eso luego dificulta el entendimiento intergeneralcional porque, lógicamente, ellos pueden ponerse a la defensiva con los adultos, con los adultos en general, sin discriminar.
Es bueno tener al diccionario como libro de cabecera, pero como usted dice, no garantiza nada, aunque ayuda. Los equipos de amplificación ensordecedores (metáfora genial), nos traen montones de asociaciones de las cuales escogeremos algunas; muchas veces algunas que no coinciden con las de nuestro interlocutor. ¡Claro que es difícil entenderse!. Por eso pienso que hay que poner en juego la intuición y mirar a la cara, a los ojos, al que nos está hablando. Es mucho más fácil entenderse viéndose las caras que por escrito.
Ese orador interior que todos tenemos, nos traduce lo que el otro va diciendo; es desconfiado. Cuando escucha toma en cuenta de quién viene lo que oye. El asunto es que en realidad nunca conocemos bien de quién viene. Nos apresuramos en conocer a las personas para sentirnos más seguros, para saber con que bueyes aramos. Pero conocer a una persona puede llevar mucho tiempo, y nunca se la termina de conocer a cabalidad. Entre otras cosas porque las personas cambiamos.
Puedo jactarme de que he podido a lo largo de los años (de las décadas) irle bajando el volumen al orador con alto-parlantes. Espero poder seguir en ese camino. De tanto en tanto me persigo y eso ya alcanza para que todo se trastoque.
Si bien por un lado me tengo confianza más a mí mismo que a los demás, igual me tengo poca confianza a mí mismo.
¿Sabe lo que asocié con lo del producto orgánico autocultivado? No pensé en frutas ni hortalizas. Pensé en un yuyo verde; en mi plantita. Está tan linda que a veces agarro la guitarra y le canto.
Tenemos miedo de que los otros nos devoren literalmente. Aunque sea disparatado, es muy probable que eso haya sucedido en tiempos difíciles, cuando los humanos andábamos a la caza y a la pesca... supongo que a veces sin mucha suerte. De pronto eso quedó grabado en el inconsciente colectivo.
Muchos le tenemos miedo a destacarnos demasiado. Le tenemos miedo a descollar, sobresalir, ser muy nombrados y apreciados por las grandes ¨hordas¨. Mucha gente genial, con talentos muy marcados, hacen todo lo que pueden, inconscientemente, para no resaltar, no desarrollarse, continuar en el anonimato. De pronto para no ser comidos.
A los Beatles, sobre todo cuando eran muy jovencitos, les gustaba generar desesperación en la platea. La gente se ponía como loca; sobre todo las mujeres. NO CUALQUIERA RESISTE ESO. Puede dar un miedo terrible.
Algunos andan por la vida tan aderezados que a uno ya se le van las ganas de comerlos. Demasiada pimienta, demasiada sal, montones de azúcar y salsas multicolores. Indigesto.
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